San Vicente de la Barquera,

Eduardo GARCÍA

Begoña González es profesora de Música en el Instituto José Hierro de la localidad cántabra de San Vicente de la Barquera. Y vive en Quintueles, entre Gijón y Villaviciosa. Ir a trabajar todas las mañanas le supone, entre la ida y la vuelta, unos 230 kilómetros, así que un curso escolar -calcula ella- no baja de los sesenta mil kilómetros de recorrido laboral. Lleva siete años enseñando música en San Vicente de la Barquera y es un caso sorprendente por la distancia a recorrer y porque cambia hasta de comunidad autónoma, pero no por el hecho de trabajar en un lugar y vivir en otro. En Asturias muchos cientos de docentes, entre ellos buena parte de los interinos, se ven en la obligación de echarse a la carretera o buscar acomodo temporal en sus destinos para evitar kilometradas y riesgos.

Lo que ocurre en el José Hierro de San Vicente de la Barquera rompe, sin embargo, todas las estadísticas. De una plantilla de 57 profesores, entre fijos e interinos, hay 19 asturianos. LA NUEVA ESPAÑA ha vivido una jornada lectiva con ellos. La asturianización del IES José Hierro es consecuencia de la cercanía -algo parecido ocurre en los institutos gallegos más próximos al Eo- pero también de razones de Administración educativa. Begoña González asegura que su asignatura de Música tiene mucha mayor cobertura académica en Cantabria que en Asturias y, por tanto, se necesitan más profesores. Su compañera de asignatura, María Luisa Fernández, vive en Colombres y es jefa de estudios. El director del centro, Juan R. Pastrana es langreano, tiene 41 años y un historial viajero inusualmente largo para su edad: Grandas de Salime, Llanes, Pola de Laviana, Luarca, Avilés y hasta Alcalá de Henares.

La jornada laboral de Begoña es de infarto. Se levanta hacia las seis menos cuarto y coge el coche a las siete. Si todo transcurre con normalidad llega a San Vicente de la Barquera a las ocho y veinte, con el tiempo justo para iniciar la primera clase. En el IES se pasa toda la mañana hasta las dos y media de la tarde. Toma el coche y llega con la lengua fuera para recoger en el colegio a su hija de tres años. «Tengo tres, uno de diez años, otro de siete y la pequeña. Mi marido es abogado, tiene su puesto de trabajo en Gijón y no queremos dejar esto».

Begoña lleva «cascados» dos coches. Ahora quema un Renault Laguna Familiar. En el mismo caso están sus compañeros Gonzalo Álvarez y Elena Isabel Baños, que vienen de Gijón. Juan Pastrana decidió quedarse en San Vicente, alquilar un piso y no andar por la carretera. «Los alquileres para todo el año están relativamente baratos, yo pago 420 euros al mes, pero se puede conseguir por algo menos». El director del José Hierro se toma los trayectos obligados de sus compañeros como algo personal. «Es un riesgo, yo siempre les digo que cuidado con la carretera y con las velocidades, que es mejor llegar un cuarto de hora tarde que correr demasiado». Begoña confiesa que ya se ha dejado algunos puntos de su carnet de conducir en su recorrido diario, todo autopista menos esa vergüenza de tramo Llanes-Unquera. Cruzarla a diario, casi siempre de noche y con prisa no es lo más aconsejable.

Nueve de los diecinueve profesores asturianos del instituto han llegado a San Vicente de la Barquera este mismo año. El centro tiene casi la mitad de la plantilla en régimen de interinidad, «y muchos profesores con plaza fija pero que se quieren ir. Definitivos y estables, apenas una docena», calcula Pastrana. Un problema para el IES porque esa población flotante entre el profesorado resta capacidad para abordar proyectos a medio plazo.

Hay asturianos que viven en Santander. La capital cántabra está a 65 kilómetros de San Vicente, poco más de media hora. Juan Pastrana reconoce que los horarios se hacen atendiendo a criterios pedagógicos. Entre tanto desplazado «hay peticiones personales inevitables, pero son el último criterio. Si podemos atenderlas, bien; y si no, qué se le va a hacer». A la hora de hacer la foto de grupo que acompaña a esta página, una alumna pregunta extrañada al redactor: ¿Pero es que en Asturias no hay institutos?».

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