No es frecuente poder gozar por estas tierras con representaciones de ballet clásico. Una de esas contadas ocasiones sucedió el pasado viernes en el Palacio Valdés de Avilés, en donde El Ballet de Camagüey presentó «Giselle» (1841). Ésta obra, cumbre del ballet romántico, es la creación a la que más atención y cuidado le dedican los cubanos. La coreografía de Jules Perrot y Jean Coralli, con revisiones de Petipa y Serguéiev, continúa exaltando la imaginación poética y transmitiendo su magia y fantasía.

Camagüey, la región más oriental del centro de la isla, que hace cincuenta años fuera inmensamente rica en el desarrollo agropecuario y hoy es la representación del fracaso, posee la segunda compañía de danza clásica de Cuba. Ellos tienen el privilegio de contar con el asesoramiento artístico del gran maestro Fernando Alonso -próximo a cumplir los 95 años-, piedra angular de la escuela cubana de ballet (ex marido de Alicia Alonso, quien toma su apellido de él).

La versión de los camagüeyanos es fiel y cuidada en el concepto. El personaje de la dulce y frágil campesina es de los más exigentes del repertorio clásico. Es preciso ser una gran bailarina y una notable intérprete para poder ofrecer el intenso abanico de emociones, y al mismo tiempo mostrar en toda su cuidada exactitud el estilo y la exquisita plasticidad del ballet romántico. Giselle y Albrecht fueron representados por dos jóvenes bailarines, Yusleimy Herrera y Ledian Soto, que aún no tienen a sus personajes totalmente definidos. Ella no es la Giselle ideal. Aunque consigue aflorar secuencias estimables. Destaca más como criatura terrenal que como espíritu místico. En el mundo real del primer acto su interpretación es creíble. En la escena de la locura fue capaz de comunicar los dramáticos desengaños al ser golpeada por la fatal desilusión de la traición. Alcanzó su mejor momento de la segunda parte en su aparición inicial, al salir de la tumba, logrando un efecto admirable con sus múltiples piruetas.

Soto, aunque algo inexpresivo, fue un buen compañero. Muestra maneras clásicas y calidad en el baile.