Tras el éxito de «Love Actually», el británico Richard Curtis busca de nuevo sorprender al gran público con una comedia que cuenta con un planteamiento y un reparto atractivo, «Radio encubierta», la historia de una emisora de radio pirata que se queda sin fuelle a medio recorrido.

Con los guiones en su haber de películas como «Cuatro bodas y un funeral», «Notting Hill», las dos partes de «El diario de Bridget Jones» o «Las vacaciones de Mr. Bean», si algo se le da por supuesto a Curtis es que sabe escribir comedia, pero, a pesar de algunas buenas escenas, ese es uno de los puntos débiles de su nuevo trabajo.

Y eso que la idea de la película parece tenerlo todo a su favor para conseguir una comedia desternillante.

Basada en la existencia real de radios como la del filme, «Radio encubierta» cuenta cómo una panda de DJ -a cada cual más surrealista- trabajaban a finales de los sesenta en un barco anclado en el mar del Norte para poder emitir las canciones de pop y rock que no se escuchan en las emisoras normales británicas. Con un elenco sobresaliente, encabezado por Philip Seymour Hoffman, Kenneth Branagh, Rhys Ifans y Bill Nighy, la película se ve al comienzo con interés pero ni el desarrollo de la historia ni las bromas ni las estupendas interpretaciones evitan que se haga larga. Sus 139 minutos no están justificados y además se podrían recortar fácilmente si no se le hubiera dado tanto protagonismo a la historia más débil del personaje más débil de los incluidos en la trama, el del joven Carl (Tom Sturridge), que llega al barco porque algunos de sus tripulantes son viejos amigos de su madre. Frente a esa excesiva presencia de Carl, se echa en falta un mayor desarrollo de la rivalidad entre los dos pesos pesados de la historia, el Conde (Seymour Hoffman) y Gavin (Ifans), que quedan totalmente desaprovechados. A pesar de todo, el filme tiene elementos muy interesantes, como es el barco en el que se desarrolla la mayor parte de la acción, el personaje de ministro de aspecto nazi al que da vida Branagh o el montaje de multipantallas que permite ver a los oyentes de la emisora, sin olvidar la fantástica música, llena de éxitos norteamericanos y británicos de finales de los sesenta. Algunas escenas realmente divertidas, unos excelentes secundarios y una divertida parodia de «Titanic» permiten obviar la longitud y la lentitud en la que por momentos se instala la película.