Representante de la empresa Bissap y coordinador del Libro de Industrias Culturales del Principado de Asturias

Oviedo, P. RUBIERA

Jaume Colomer, licenciado en Filología Hispánica y especialista en estrategias culturales, es representante de la empresa catalana Bissap y uno de los coordinadores del polémico Libro Blanco de Industrias Culturales del Principado de Asturias, un informe encargado por la Consejería de Cultura que costó al erario público cerca de 70.000 euros. El Libro ha sido cuestionado por atribuir valor añadido sólo a determinadas industrias creativas, buena parte de ellas impulsadas por los gobiernos de Álvarez Areces. En las últimas semanas, ha trascendido que el estudio cita párrafos textuales de informes teóricos de otros organismos vinculados a la cultura.

-¿Qué encargo recibió del Principado?

-El de elaborar un estudio global sobre las industrias culturales en Asturias con un análisis del entorno y tendencias globales, para acometer, luego, un modelo de promoción y desarrollo de esas industrias. El cuerpo era el análisis de la realidad de Asturias. Para eso pedimos la colaboración de la consultoría asturiana CIES, porque es mas lógico hacerlo desde la proximidad; ellos hicieron el trabajo de campo y yo hice con ellos la interpretación de los datos. Se hicieron un centenar de entrevistas con todos los que se identificaron como agentes culturales. Antes de hacer el trabajo de campo, elaboramos un modelo de análisis teórico de esa realidad. El proceso acabó a finales del año pasado y entregamos la documentación. Al viceconsejo le pareció oportuno elaborar un documento que fuera una síntesis de ese análisis, que no fuese académico y farragoso. Incorporamos algunos elementos de tendencia global que son párrafos complementarios del núcleo.

-¿Se refiere a las copias?

-No hay copia de ninguna idea en la propuesta. El tronco del documento es de absoluta creación propia. En el análisis de entorno, algo propio de los trabajos académicos, se hace referencia a conceptos elaborados por autoridades en el tema porque nadie puede inventar la pólvora. O las citas textualmente o haces una síntesis de lo que expresan; la cita es más fiel a la idea, más fiel a la forma expresiva de la autoridad; la síntesis es para darlo en un tono más simple, más divulgativa. Optamos por citar expresiones concretas y, por el tipo documento, se prescindió de todo lo que entorpeciera la lectura, para hacerla más fácil. Pero no las identificamos. Se trata de un corpus teórico del sector muy conocido.

-¿Recibió alguna instrucción del Principado? Se lo pregunto porque buena parte de las industrias culturales que se citan con valor valor añadido son las impulsadas por Álvarez Areces.

-No se me había ocurrido ese enfoque que cita, no recibí ninguna instrucción. El criterio que se utilizó fue el concepto de industria cultural con valor añadido. Elaboramos un modelo de análisis utilizando un instrumento denominado pirámide de valor añadido cultural (PVAC), en cuya base situamos las producciones semiprofesionales de carácter sociocultural y, en el vértice, aquellas de referencia internacional. No tiene nada que ver con productos culturales ya consolidados o con tamaños, sino con todo aquello que lleva valor añadido a la producción, con potencial de futuro y siempre muy vinculado a las nuevas tecnologías. Identidades e industrias con potencial de valor añadido.

-Pero no citan, por ejemplo, la temporada de ópera de Oviedo que está generando una industria cultural que ya tiene cifras y resultados.

-Discrepo con respecto a ese criterio: la ópera es un tipo de actividad de las artes escénicas que no participa de ese universo de industrias creativas; se mantiene en un paradigma de creación y producción convencional sin incorporar un potencial. Es un criterio que se aplica, en general, en todo lo que son análisis de industrias creativas.

-Explique por qué aporta valor añadido cultural la Laboral y no la Temporada de Ópera.

-Es complicado; de hecho, esto lo explicamos en todo un curso de gestión cultural, pero trataré de hacerlo: la Laboral es un ámbito de implantación de procesos. Se considera que el valor añadido en cultura se corresponde con los nuevos procesos de creación que aumentan su potencial cuando incorporan elementos de interactividad gracias al uso de nuevas tecnologías.

-En ambos casos son procesos creativos con valores añadidos.

-Pero cuando uno de estos procesos creativos incorpora lo que se entiende por valor añadido, el potencial es muy superior.

-Para entendernos: ¿el Museo del Prado no tiene valor añadido?

-No lo tiene como industria creativa, lo tiene como difusión del patrimonio.

-¿Y por qué en otros países el valor añadido cultural se encuentra en museos, festivales de teatro, musicales...?

-Nosotros decidimos focalizar el estudio en aquello que tiene potencial de futuro en cuanto a creatividad y es algo que se hace a nivel internacional. En el mundo anglosajón, las industrias creativas están vinculadas a lo tecnológico.

-¿Por qué tiene valor añadido cultural un centro como el Niemeyer de Avilés, todavía en fase de construcción y con muchos contenidos sin decidir?

-No conozco a fondo el proyecto, ese trabajo de campo lo realizó el Instituto CIES y lo que hizo fue aplicar una pirámide de grados a todo el inventario de agentes culturales relacionados. Probablemente detectó en él una mayor presencia de ese índice de potencial creativo, pero no me siento una autoridad cultural como para profundizar más. Como en todos lo estudios, siempre puede haber algún olvido.

-Antes se refirió a las artes escénicas como una industria con escaso valor añadido. ¿Por qué?

-Hay algunos intentos, pero como conjunto hay más potencial creativo en las artes visuales a pesar de que, dentro de las artes escénicas, hay más en la danza que en el teatro. La danza dedica mucha energía a la investigación no vinculada a una explotación a corto plazo, a nuevos lenguajes también relacionados con la tecnología. El sector que más resiste en estos momentos es el de las artes en vivo.

-¿Cuál es el paso siguiente?

-El objetivo del libro aún no es proyectivo. Sabemos lo que hay y, en una segunda fase, con todos los agentes culturales, definiremos cómo establecer una estrategia participativa que canalice este potencial hacia una realidad de industrias culturales.