Después de haber trascendido fronteras estilísticas, Morilla ha vuelto al rock de la mano de Bob Dylan en un álbum memorable. Al mismo tiempo, volver a tablas como las del club ovetense le devuelve no ya una credibilidad ganada a pulso sino ese contacto que sólo genera el rock en las distancias cortas. Y, en medio de los vapores de la noche, acompañado por una banda de lujo, recuperar lo que nunca perdió: genio, viveza, la fuerza de aquel que sabe más a través de cada estría del tiempo.

Sin concesiones a la galería, comienza por el estupendo «Alquitrán», letra de ese enorme poeta que es David González, recupera sus primeras adaptaciones de Dylan («Desde lo más alto de la torre») y muestra, sin complejos, cómo se puede sonar a la perfección y acabar encandilando al nocturno público ovetense, recuperado gracias al riesgo de Fon, Marta y compañía. Magnífica velada, con una banda magistral -donde siempre hay ocasión para que Jorge Otero brille- y un autor en racha.