La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) comienza una nueva temporada que será clave para el futuro próximo de la formación. Sin perder de vista la excelencia musical, el entramado de la sinfónica tiene que mirar hacia delante. Será éste un ciclo de grandes conciertos, pero también de transición, y en el que habrá que cerrar proyectos.

La OSPA, dirigida por su titular en la presentación de la nueva temporada, arrancó de la forma más sólida. Y lo hizo con la interpretación de obras, maestras, que supusieron puentes en la progresión del arte musical. En la experiencia se basan los nuevos caminos, sobre los que hay que meditar cómo abordarlos. Es tiempo de observar respuestas y planificar con conocimiento y eficacia. Porque la obra que abre vías queda también para la historia.

Una de esas obras son los «Wesendonck Lieder» de Wagner, testimonio del sentimiento e innovación de su ópera posterior «Tristán e Isolda». Y otra, que formó parte igualmente del programa del viernes de la OSPA, fue la «Sinfonía n.º 9», «La Grande», de Schubert. Una sinfonía que utiliza recursos de estructura y contenido que hacen que se superen los moldes clásicos.

La mezzosoprano Barbara Hölzl protagonizó las canciones escritas por Mathilde Wesendonck. El amor profundo y prohibido entre Wagner y la esposa de su protector fue un estímulo para la definitiva composición de «Tristán», obra en la que Wagner culminó sus ideas armónicas y de orquestación. En los lieder, originalmente con piano, Felix Mottl desarrolló las armonías y ritmos de la partitura en la orquesta.

La OSPA desgranó así el trabajo tímbrico que enriquece las cinco canciones, de melodías verdaderamente inspiradas. La expresividad de Hölzl fue adecuada a los textos cargados de fulgor y desesperanza, pero sin abandonar la esfera de lo íntimo. Cuidado por lo tanto en el fraseo, en páginas donde además una necesaria fuerza vocal y flexibilidad de registros pueden jugar malos momentos.

En la segunda parte del concierto, la OSPA abordó una gran arquitectura musical como es la Novena de Schubert, en la que en la línea de su «Inacabada», abrió paso a nuevos usos del lenguaje musical a partir de la sinfonía clásica. En la versión de Maximiano Valdés, en el podio, se cuidó la unidad de una obra de estructura muy bien comprendida. El director tuvo en cuenta además la carga melódica de la obra, presente en una riqueza de temas que van variando y combinándose. Así como un empuje rítmico permanente, con sus sorpresas. Al otro lado, la respuesta de la OSPA fue precisa desde sus diferentes familias, en una obra que parece «caminar sola» pero que es todo un ejercicio de forma y expresión musical.

Buen comienzo pues para una temporada con perspectiva, en la que ya estamos inmersos sin conocer todavía todas las claves para superar, con todo el éxito que se espera, esta época de tránsito. Quizá para el próximo concierto de abono haya más pistas.