Oviedo, José A. ORDÓÑEZ

Para seguir en primera línea de valla, a un palmo de los gaiteros, la llegada de los Príncipes de Asturias al teatro Campoamor hay quien aguanta a pie firme casi tres horas. Desde antes de las cuatro hasta las seis y media de la tarde. Es el caso de la ovetense Mari Carmen González y de sus tres amigas, empeñadas en no perderse ni un solo detalle de un paseíllo de famosos en el que ayer brillaron con luz propia dos personajes tan distantes y distintos como el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, que llegó ovacionado y saludando a diestro y siniestro, y la rusa Yelena Isinbayeva, premio de los Deportes, que lució espectacular espalda ante público y fotógrafos. Con la Familia Real fuera de concurso, ambos se impusieron en el peculiar «aplausómetro» popular instalado en pleno centro de Oviedo, seguidos a muy poca distancia de los integrantes de la delegación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de Norman Foster. Los ministros de Cultura, de Educación y de Sanidad fueron recibidos con cierta indiferencia, aunque hubo quien alabó el gusto en el vestir de Trinidad Jiménez y quien censuró la supuesta «prisa» de Gabilondo por entrar en el teatro. «Es que no se paró ni un minuto ante los fotógrafos». También hubo silencio ante la presencia del presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces.

La llegada del incombustible Manuel Fraga fue aplaudida por la concurrencia, algo que agradeció blandiendo el bastón en alto, mientras que la tenista Arantxa Sánchez Vicario se llevó su buena salva de piropos. «Está muy elegante», sentenció Mari Carmen González, ante el asentimiento general de sus compañeras. Por cierto, el público que se dio cita ante el Campoamor también aprobó de forma mayoritaria la barba que luce don Felipe desde hace unos meses. «Qué guapo está», se oyó decir a una mujer en medio del apoteósico recibimiento.

Aunque ya había gente desde una hora antes, el ambiente en torno al Campoamor comenzó a caldearse en torno a las cinco de la tarde, con la llegada de numerosas bandas de gaiteros y de los primeros invitados. El público inicia entonces una especie de juego del quién es quién, tratando de discernir personajes famosos y populares. El capítulo reivindicativo se limitó a una pancarta en contra del aborto de un colectivo provida asturiano. Además, de uno de los balcones de las cercanías del teatro colgaba un cartel en el que se podía leer «Berlín yes lo más. It is the best». Pese a la lógica tensión derivada de un acto de las características de los galardones de la Fundación Príncipe de Asturias, los integrantes de los equipos de seguridad tuvieron una jornada bastante tranquila. No se produjo ni un solo incidente. La gente se lo pasó bien, aplaudió, piropeó y celebró la llegada de las caras famosas, pero en perfecto orden y sin traspasar en ningún momento el perímetro de seguridad, que no peligró ni con la llegada de los Príncipes.

En las inmediaciones del Campoamor no cogía ni un alfiler a partir de las cinco y media. La gente entretuvo la espera de los premiados y de los Príncipes como pudo. Primero, descubriendo caras conocidas entre los invitados. Después, con la pantalla gigante instalada en la plaza de la Escandalera, en la que se ofreció la retransmisión en directo por parte de TVE. Ahí destacó la presencia de varios turistas navarros, empeñados en saludar y en salir en antena cada vez que las cámaras hacían un barrido entre el público. Una vez que los Príncipes accedieron al Campoamor la gente fue abandonando poco a poco la zona. Solamente se quedaron unas pocas personas apostadas ante las vallas a la espera de la salida. Era el tiempo de los comentarios y de destacar a los más elegantes. Las conversaciones, para todos los gustos. Hubo desde quien no se acababa de creer que ese señor de pelo blanco y su acompañante, «tan sonrientes a la entrada del teatro», fuesen los inventores del móvil, hasta quien insistía en que la entrega de los premios se iba a extender hasta la diez de la noche para convencer a unos niños que no querían irse a casa.

La ciudad, que había quedado paralizada durante casi una hora, fue recuperando poco a poco el pulso normal de un viernes por la tarde, por mucho que las calles del centro aún permaneciesen cortadas al tráfico hasta la conclusión del acto de entrega de premios. Eso sí, quedó un cierto regusto a fiesta hasta la noche. Ya cerca de las ocho, un grupo folclórico bailaba en el paseo de los Álamos y aún se escuchaban las gaitas. Mientras, los numerosos medios de comunicación comenzaban a recoger el enorme dispositivo instalado en torno al Campoamor, con Radio Nacional de España (RNE) retransmitiendo en directo desde un stand ubicado al pie del edificio de la Jirafa.