Gijón, J. C. GEA

Los relatos sobre personas "que reciben un corazón de otra persona y cambian su carácter" a raíz del transplante está en el punto de partida de «The good heart», el largometraje con el que el islandés Dagur Kári vuelve a la sección oficial de Gijón, donde ya había competido con películas como «Noi albinói» hace unos años. En esta ocasión, Kári ha construido una comedia dramática, aplaudida con calidez en el pase de prensa, «sobre el destino» que desencadena la relación entre dos hombres muy distintos: un misántropo cardiópata propietario de un bar y el joven que rescata de las calles para formarlo y dejarle el legado de su establecimiento.

«Odio los flashbacks, encuentro más interesante pensar que hay un pasado de secretos encubiertos que despiertan la curiosidad del espectador», comentó Kári sobre la ausencia de referencias sobre el origen de sus peculiares personajes. Tampoco se muestra el islandés interesado «en absoluto» en dar a sus películas consistencia realista, sino que intenta «crear un universo que pertenezca solamente a cada película». O, dicho de otro modo, levantar «un país propio, entre el realismo y la fantasía».

Acerca del reparto, sobre el que se sustenta toda la película, Kári elogió el trabajo de Brian Cox («un actor del que siempre quieres más y más, como si no tuvieras nunca suficiente de él en la pantalla») y el comedido Paul Dano, que pasan la mayor parte del tiempo en un bar de una ciudad que sólo al final se revela como Nueva York.

«Todo en ella es tan cinematográfico, es tan maravillosa y fantástica que es muy fácil de rodar en ella de una forma estereotipada», dice al respecto el cineasta que, no obstante, quiso rodar en la Gran Manzana «por mi relación personal con ella, aunque no se muestre el Nueva York que todos conocemos hasta el final».

Por su parte, el director portugués João Pedro Rodrigues, que ha competido con su melodrama «Morrer como un homem», en torno a los últimos días de una «drag-queen» lisboeta en decadencia, asumió las referencias que han guiado su película: desde Griffith o Von Stronheim hasta Fassbinder o Bresson, pasando por Douglas Sirk. Pero, no obstante, manifestó su intención de «buscar siempre el camino propio». «No me gustan las películas donde se pueden ver con nitidez las influencias», dijo Rodrigues, que defendió también un riguroso método de rodaje en el que «todo está en el guión, porque no sé trabajar de forma improvisada».