Oviedo, Eduardo GARCÍA

La llegada del profesor de Religión al colegio público o al Instituto de destino suele estar teñida de recelo entre sus compañeros del claustro de profesores. En la inmensa mayoría de los casos la relación personal acaba con las dudas. La red pública asturiana da trabajo a unos 250 profesores de Religión, de los que unos 190 pertenecen a Primaria. Son, administrativamente hablando, personal laboral indefinido y desde el año pasado son baremados con los mismos criterios de mérito que el resto del profesorado. Cobran el mismo sueldo que los interinos y ahora se les reconoce la antigüedad.

-¿Cómo se lleva eso de ser los «raros» del claustro?

-Todo se supera con el trato de todos los días. Tus compañeros a veces te dicen en broma: qué buena persona eres, lástima que seas profesora de Religión. Y yo les contesto: es que tiene que haber gente para todo.

Quien habla es María Jesús Cuende, profesora de Religión en Secundaria desde el año 2000, ahora en los institutos de Nava e Infiesto. Entre ambos centros tiene 200 alumnos, y pertenece al comité de empresa de los docentes de esta asignatura.

Los demás profesores les echan en cara que llegan al aula sin pasar antes por unas oposiciones, pero las resoluciones de la Consejería de Educación señalan que los candidatos a impartir la materia «deben reunir los mismos requisitos de titulación exigibles a los funcionarios docentes no universitarios».

Llegar a ser profesor de Religión en la pública no es un camino de rosas. Los requisitos que marca la Iglesia son estrictos, al menos si echamos un vistazo a las estadísticas. Las últimas listas de admitidos (agosto de este año) suman 37 docentes (29 en Primaria y 8 en Secundaria). Las de excluidos son mucho mayores y llegan hasta los 110 candidatos. La mayoría «por no presentar propuesta de la Autoridad de la Confesión Religiosa». En este caso, léase Arzobispado de Oviedo.

Las condiciones requeridas para el acceso a la docencia pasan por cuatro requisitos. Hablemos de Primaria: El primero, tener el título de Magisterio o equivalente; el segundo, la Declaración Eclesiástica de Competencia Académica (DECA), expedida por la Comisión Episcopal de Enseñanza. Se trata de documentar en el currículo académico créditos en el área de teología moral o en pedagogía de la Religión Católica (para el próximo curso serán 24 créditos ya adaptados a Bolonia).

El tercer requisito es la Declaración Eclesiástica de Idoneidad (DEI), que entra en territorio más subjetivo. La DEI exige «pertenencia activa a la comunidad eclesial, conocimiento de la doctrina y testimonio de vida cristiana». Fuentes del Arzobispado de Oviedo recuerdan que «la DEI puede ser revocada cuando dejen de cumplirse algunas de las consideraciones por las que se concedió».

De vez en cuando los medios de comunicación se hacen eco de alguna polémica surgida con profesores de Religión a quien la autoridad eclesiástica les retira la idoneidad por no cumplir con algunos de los requisitos relacionados, principalmente con su vida personal. Un divorcio, por ejemplo. «En Asturias yo no recuerdo casos de este tipo», señala María Jesús Cuende.

Una entrevista personal (y por muchos temida, precisamente por ser considerada demasiado personal) marcará el sí o el no del cuarto requisito, la ansiada propuesta del obispo correspondiente a la administración educativa con el visto bueno del candidato. Sin propuesta, no hay puesto de trabajo.

«Hemos sido tradicionalmente un colectivo con mucha inestabilidad y lleno de miedos, que no eran inventados. Y eso sigue. Miedo a la despropuesta de la autoridad religiosa, por ejemplo», dice Alfredo Mieres, profesor de Religión desde 1991, en la actualidad con destino en el colegio Maliayo, de Villaviciosa y miembro del sindicato ANPE, que con USO y USIPA forman el comité de empresa. En total, 13 delegados.

Para Secundaria las condiciones académicas son más serias porque se requiere una licenciatura con títulos otorgados por facultades eclesiásticas o institutos teológicos (en Asturias se puede lograr en el Instituto San Melchor de Quirós, en Oviedo, dependiente de la Universidad Pontificia de Salamanca), o una licenciatura civil con el añadido de una diplomatura en Ciencias Religiosas. La DEI y la propuesta del obispo se mantienen.

María Jesús Cuende y Alfredo Mieres aclaran que «los profesores de Religión no vamos al aula a hacer catequesis. Hay una doctrina que hay que explicar a los alumnos, pero no vamos a hacer doctrina».

Del mismo modo que «no se evalúa la fe ni ponemos nota en la medida en que los alumnos rezan. Exigimos conocimientos y actitudes, como en cualquier otra asignatura».

-Pongamos un caso extremo. ¿Se puede ser un buen profesor de Religión y no creer en Dios?

La respuesta es contundente: no. Aunque dentro de la clase surgen en ocasiones debates de fe. «Tengo algún alumno que no está bautizado, y otros que de golpe me sueltan: «profe, yo no creo». Y sin embargo, van a clase», dice María Jesús Cuende.

En contra de lo que pudiera pensarse apenas hay religiosos impartiendo clase de Religión en los colegios e institutos públicos de Asturias. Son catorce en Secundaria, la mayor parte de los cuales con la jubilación ya cercana, y ni uno solo en Primaria.

En Secundaria «la inestabilidad llega de la mano de la matrícula», explica Mieres. De 73 IES en el Principado, tan sólo 23 tienen programadas las clases de Religión dentro del horario escolar normalizado. Es decir, la mayoría aparta la Religión para un horario «extra», lo que desanima a muchos alumnos y en ocasiones hasta imposibilita su permanencia en el centro al no disponer de transporte escolar.

«Hay un colectivo grande de profesores que está temblando. El año pasado diez profesores de Religión aprobaron las oposiciones en Primaria y dejaron la asignatura. Conozco a algunos y puedo decir que están contentos y liberados por haberse apartado de las clases de Religión», señala Alfredo Mieres, quien recuerda que «la Consejería abrió en 2008 una primera bolsa de sustituciones, y este mismo año una segunda convocatoria. En ocasiones hay que importar profesores de Religión de otras provincias».

Alfredo Mieres pide «que se cuide más al profesorado de Religión. No hay tiempo ni para convivir con los críos y cuando llega el fin de semana no salimos de los cursillos».

En el lado contrario, los sindicatos denuncian que los niños que no eligen Religión quedan en el limbo mientras sus compañeros reciben clase porque la ley impide que esos niños cuyos padres renuncian a la asignatura, reciban contenidos curriculares, a fin de que no saquen ventajas.

El abanico de opiniones es de lo más abierto, desde los que creen que la Religión debe ser una asignatura asimilable en todos los aspectos a cualquier otra materia, hasta los que defienden que simplemente debería salir de cualquier oferta educativa en los centros públicos.