«El Mesías» de Haendel se ha convertido en el preludio a las fiestas de Navidad en Oviedo. El oratorio barroco más conocido es un verdadero encuentro musical que ya forma parte de la tradición ovetense y ahora también llega a Gijón, aunque este año sea con una tarifa de entrada que ha provocado protestas por una parte del público. Otros comentan que si no hay más obras para interpretar, incluso otros oratorios, pero la mayoría acoge «El Mesías» de la Catedral como un acontecimiento.

De este modo, Paul Mann repitió este año y volvió a dejar el buen sabor de boca de su primera dirección. La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) se entendió de nuevo con el director, esta vez en una interpretación adecuada al estilo pero revisada de manera personal, lo que se notó fundamentalmente en el desarrollo de las articulaciones y los «tempi» musicales, así como en una representación dramática muy lograda al igual que necesaria en el género del oratorio. Buen sentido del abanico de dinámicas y de contrastes a través de los números de la partitura, que fueron también extensivos al Coro de la Fundación Príncipe de Asturias, experto ya en esta obra, que sintetiza diversas influencias musicales europeas de la época. La novedad, correspondiente a las voces solistas, dejó buenas impresiones y otras no tan buenas. Las voces femeninas, la soprano Julia Sophie Wagner y la mezzo Madeleine Shaw, fueron las que se pusieron en primera línea.

Para la obertura se escogieron dinámicas y articulaciones que dieron mayor contraste con respecto al paso al «Allegro moderato» fugado, pero la primera parte de la obertura, escrita en estilo francés, perdió parte de su carácter. En la primera intervención de las voces solistas, en el tradicional esquema de recitativo seguido de aria, el tenor defendió las agilidades de esta última página, si bien Nathan Vale mostró un vibrato vocal bastante marcado, pero correcto en la interpretación y controlando las dificultades de los cambios de registro. En el primer coro, las voces de la Fundación marcaron un alto nivel que mantuvieron a lo largo del concierto, preciso en la ejecución y dando relieve al entramado contrapuntístico. Hay otro aspecto que dio calidad: el cuidado en el encuentro entre voces e instrumentos, que proporcionó ricas combinaciones tímbricas.

En su recitativo de presentación, el bajo Martin Snell prometía una actuación brillante, que sin duda lo fue en la primera parte del oratorio, pero que sin embargo se oscureció en la última sección. Muy celebrada fue la elección de la mezzosoprano. Madeleine Shaw transmitió una emoción en el canto que al mismo tiempo se tradujo en los gestos de la cantante durante todo concierto. Su calidez vocal y una emisión límpida destacaron en sus intervenciones, con curvas melódicas de gran belleza e interpretación flexible para cambios como los del aria «But who may abide the day of His coming», que gana en un dramatismo muy efectivo. En «And He Shall purify», el coro destacó por sus dinámicas piano y la limpieza en las agilidades vocales, así como por la precisión en los registros más agudos. Aspectos estos que se distinguieron a lo largo de la interpretación.

De nuevo Snell, tuvo en el recitativo y aria «The People that walked in darkness» uno de sus mejores momentos, cuidando el fraseo y el carácter dramático. Brillante y comunicativo el coro «For unto us a Child is born», el «coro del nacimiento». La voz de Julia Sophie Wagner, de emisión perfecta, ágil, y de exquisito sentido melódico, fue otro de los aspectos a celebrar, como en el aria «Rejoice greatly, O daughter of Sion». Por su parte, el coro demostró su equilibrio en las partes tanto de escritura vertical como horizontal de la partitura, a través del «Glory to God in the Higuest» y de otros números.

Ya en la segunda parte, destacaron el aria de la contralto «He was despised», así como la flexibilidad de las voces de la Fundación en los coros siguientes, que condensaron las dificultades de una obra «completa» para todas las secciones vocales. Y, cómo no, el popular «Hallelujah» que cierra la parte central. Para la tercera parte queda resaltar la última intervención de la soprano, lo que no puede señalarse igual del bajo, en la que es una de las arias más representativas del oratorio, «The trumpet shall sound and dead shall be rais'd». Vencido por los agudos de la partitura, el cantante se adelantó al entrar en la repetición de la primera parte del aria. En suma, un «Mesías» para la semana más haendeliana, de gran dirección y respuesta.