¡Qué poco se tiene en cuenta la enorme importancia del género biográfico! ¡Con qué injustificable ignorancia se obvian las teorías que Ortega tenía al respecto de este género sobre el que no sólo teorizó con la clarividencia en él habitual, sino que además lo cultivó en sus libros sobre Velázquez y Goya, entre otros; e ítem más, propició que Jarnés, Rosa Chacel y Antonio Espina publicasen biografías de referencia sobre relevantes figuras de nuestra historia contemporánea! Aun así, hay acontecimientos que nos sirven de desquite. El más reciente es la concesión del premio «Gaziel» de Biografías y Memorias a la obra «Una mujer en fuga». Biografía de Carmen Laforet escrita por Anna Caballé e Israel Rolón. Anna Caballé es toda una autoridad en el género biográfico. Publicó obras como la biografía titulada «Francisco Umbral. El frío de una vida», (2004), que demuestra su rigor y su dominio del género. El coautor, Israel Rolón, es especialista en la obra de Carmen Laforet y editó en 2003 la correspondencia entre Ramón J. Sender y la autora de «Nada».

Nos encontramos, en primer término, con una biografía necesaria. Hablamos de una escritora cuya primera novela causó asombro por muchos motivos. Primero, por su extraordinaria calidad. Segundo, por la precocidad de su autora. Tercero, por los largos alcances de Carmen Laforet no sólo para dignificar el género en aquel momento, sino también por saber captar el existencialismo entonces en boga en Europa incorporándolo, junto a Cela, a la narrativa española. Aquella novela, sin pretensiones de ampulosidad en el estilo, sin rupturas en las técnicas narrativas, contada en primera persona por Andrea, nos mostró la vida en la Barcelona de la posguerra de una joven estudiante universitaria que se asfixiaba en una atmósfera sin horizontes, en un ambiente social y familiar de grandes dolores y de tremendos olvidos que producían angustias y trastornos.

Hablamos de un tiempo en que el premio «Nadal» se caracterizaba por el descubrimiento de nuevos talentos literarios y que apostaba por la calidad. Hablamos de una década de hambre y represión en España, y de sangre, sudor y lágrimas en casi todo el resto de Europa. Hablamos de una década en la que la poesía también resurgió en España de la mano de Dámaso Alonso y Aleixandre.

Si Madrid era un millón de cadáveres, la Barcelona de Andrea era una ciudad derrotada sin sueños de futuro y con un pasado aterrador que se había tornado pesadilla.

Pero, con todo, Carmen Laforet se abrió camino en aquella novela en la historia de nuestra literatura. Lo sorprendente y desolador fue que, desde entonces, no hubiera publicado ningún libro que estuviese a la altura de su primera narración. Por eso, no cabe ninguna duda de que esta biografía que acaba de premiarse y que se publicará en abril responderá a todas esas preguntas.

Estoy convencido de que, más allá del rigor documental que seguro tiene esta biografía, sus autores habrán tenido presentes estas palabras con las que Ortega indicaba cómo debe estudiarse la vida del biografiado: «Las cuestiones más importantes para una biografía serían estas dos que hasta ahora no han solido preocupar a los biógrafos. La primera consiste en determinar cuál era la vocación vital de biografiado, que acaso éste desconoció siempre. Toda vida es, más o menos, una ruina entre cuyos escombros tenemos que descubrir lo que la persona tenía que haber sido. (...) La segunda cuestión es aquilatar la fidelidad del hombre a ese destino singular, a su vida posible. Esto nos permite la dosis de autenticidad de su vida efectiva».

Estamos hablando de alguien que demostró un talento extraordinario en su primera novela. Estamos hablando de alguien que vivió en un mundo lleno de sordidez, más duro aún para una mujer.

Las causas que provocaron que Carmen Laforet no siguiese aportando grandes novelas a nuestra literatura no podemos no preguntárnoslas. Porque, además, tampoco nos encontramos con un caso como el de Juan Rulfo, autor de una obra tan corta como excepcional. No sucede esto con Carmen Laforet, que publicó artículos en prensa, libros de relatos y varias novelas, aparte de la obra a la que venimos haciendo mención.

Y, por otra parte, dada su precocidad con la novela ganadora del «Nadal» falleció en 2004; es decir, que dispuso de tiempo más que suficiente para haber escrito mucho más en cantidad y, sobre todo, en calidad. Preguntas en el aire que tendrán respuesta en este libro; preguntas, casi todas ellas, que tuvieron presente en todo momento a Andrea, a la protagonista de una de las grandes novelas de la posguerra española. Tengo para mí que el largo silencio será explicado, que se nos hará saber cómo transcurrieron los trabajos y los días de una escritora que figura con derecho propio en el inventario de las mejores novelas que se escribieron en España tras la Guerra Civil.