Oviedo,

Elena FERNÁNDEZ-PELLO

Al pasar el tiempo la imagen que el cine español trasmite de la mujer va ajustándose a la realidad, pero lo hace lentamente. En estos últimos 40 años se ha producido «un cambio significativo, pero aún pequeño» y quien lo dice lo hace desde una perspectiva múltiple de investigadora, cineasta y espectadora. La ovetense Amanda Castro, licenciada en Imagen por la Universidad Complutense, es la autora del libro «La representación de la mujer en el cine español de la transición (1973-1982)» que, editado por KRK, se presentó ayer en la Biblioteca de Asturias. Castro es de la opinión de que, hasta que las mujeres no se equiparen en número a sus compañeros en la dirección de películas y den continuidad a sus carreras, los intereses y preocupaciones femeninos no ocuparán el lugar que les corresponde en la pantalla.

Lo mismo ocurría en los años a los que está dedicado su libro. «No había más que tres directoras en un periodo en el que se producen mil películas», observa Castro. Durante la transición, Pilar Miró, Josefina Molina y Cecilia Bartolomé ofrecieron a las mujeres un espejo en el que mirarse tal cuál, del mismo modo que hacen hoy directoras como Isabel Coixet, Iciar Bollaín o Laura Mañá, cita Castro. «Elegían como protagonistas a mujeres que se enfrentan a los cambios de esa época», señala. ¿Un ejemplo? «Gary Cooper que estás en los cielos», de Miró, casi autobiográfica, con una mujer que lucha por abrirse camino en un mundo absolutamente dominado por los hombres y que se cuestiona el matrimonio, la maternidad y la educación tradicional.

De cualquier manera, «el cine de la transición no fue de gran ayuda para las mujeres», dice, y no hay que buscar lejos para comprobarlo. «"Asignatura pendiente", la más representativa del período, plantea como salida a la reclusión de la vida doméstica el adulterio, pero en el nuevo hogar de la protagonista se repite aquello de lo que había salido huyendo», indica.

En su libro, fruto del trabajo de investigación previo a la tesis doctoral que prepara en la Universidad de Oviedo, analiza el cine metafórico, una corriente que, dice, «evitaba la cosificación de la mujer». «Los directores suelen elegir el punto de vista de una niña, como ocurre en "Cría cuervos " o " El Sur", y reflexionan sobre la feminidad, la nueva situación de la mujer en democracia, las relaciones entre madres e hijas», explica.

Castro también ha dedicado un capítulo de su libro al «cine de la tercera vía», que replantea el papel de la mujer en una sociedad sacudida por cambios políticos, sociales y culturales. «Retrata mujeres convertidas en reclamo publicitario o que ya no son esclavas de las tareas domésticas sino de su aspecto físico y que viven al servicio de sus maridos...», expone. «Vida conyugal sana» y «Los nuevos españoles» de Roberto Bodegas y «Tocata y fuga de Lolita», de Antonio Drove, ilustran ese movimiento, con nombres inevitables en el cine de la época como Ana Belén, Teresa Gimpera o José Sacristán.

Este primer libro de Amanda Castro dedica sus últimas páginas al «cine del destape», con arquetipos «demoledores», según sus propias palabras: la enfermera, la criada, la corista, la prostituta... «Las mujeres no tienen peso alguno en la trama, se muestran muy sexualizadas y con él único objeto de ser contempladas», comenta y cita «Pim pam pum fuego», una película protagonizada por Concha Velasco que añade algunos elementos más complejos al género.

En cualquier caso, las perspectivas que ofrecen a las mujeres todas estas películas, no sólo las del destape, son poco halagüeñas. «No ofrecen respuestas y a menudo a las mujeres se les reserva el castigo o la muerte. Han pasado más de 30 años y Castro sigue echando en falta más miradas femeninas tras la cámara: «Por su tratamiento y su temática me resultan más cercanas». Sus intereses profesionales siguen ese camino y, tras dirigir varios cortos, trabaja en la adaptación al cine de la novela de Soledad Puértolas «Una vida inesperada».