Oviedo, Eduardo GARCÍA

El mejor test de España presentado en el año 2009. Es un test de detección precoz de riesgos de esquizotipia entre la población juvenil y tiene firma asturiana, un equipo de investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo. El premio, instituido desde hace catorce años por la mayor empresa editora de test de España, será entregado hoy a las doce del mediodía en el salón de grados de Psicología.

Son 51 preguntas y tras ellas hay tres años de trabajo. Lo explica Eduardo Fonseca, profesor de la Facultad. «Comenzamos con un test de 141 preguntas que experimentamos con 300 adolescentes asturianos. La segunda fase consistió en un test con 120 preguntas que fueron contestadas por unos 1.700 escolares de 41 institutos de la región, representativos de la población asturiana. Así, fuimos limando hasta llegar a esas 51 preguntas» clave. No existía hasta la fecha un test de estas características en España.

Un test que a partir de ahora podrá ser puesto en valor por equipos clínicos y académicos. Son preguntas aparentemente sencillas, pero muy reflexionadas, dirigidas a un público juvenil entre los 14 y los 18 años, estudiantes de Secundaria, con un formato de puntuación de 1 a 5. «A mayor puntuación, mayor riesgo técnico de tener problemas psicológicos».

Los investigadores del departamento de Psicología son los catedráticos Serafín Lemos y José Muñiz y los profesores Eduardo Fonseca y Mercedes Paíno. Lo que evalúa el cuestionario son los riesgos ante la llamada esquizotipia, una alteración que puede sufrir hasta el 5% de la población general. De ellos aproximadamente un uno por ciento degenera en esquizofrenia, un trastorno ya muy grave que requiere intervención médica continuada.

«Está claro que si logramos detectar pronto los rasgos esquizotípicos se podría rebajar ese uno por ciento de la población que acabará sufriendo esquizofrenia», dice José Muñiz. Se lograría reducir el coste sanitario de la enfermedad, pero sobre todo el terrible coste emocional de los enfermos y sus familias.

«La esquizotipia viene a ser como la puerta de entrada de trastornos más graves», explica el profesor Serafín Lemos. Entre los esquizotípicos hay diferentes características, casi siempre complementarias, que se evalúan por separado en el test. Una se refiere a las alteraciones para percibir la realidad, «personas con rareza de pensamiento, con una lógica no convencional», a juicio de los investigadores. Otra característica a evaluar es la dimensión social, personas con acusado aislamiento, con dificultades de relación interpersonal. Y con anhedonia, que se puede traducir como incapacidad para disfrutar. El tercer elemento de estudio tiene que ver con la desorganización. Muchos de los que en el argot popular acaban convertidos en «gente rara» no son sino individuos esquizotípicos que en la mayoría de los casos podrán vivir con sus rarezas, pero sin tratamientos médicos y farmacológicos. «Tener una personalidad de riesgo no quiere decir ni mucho menos que vaya a acabar en una patología».

El campo de trabajo es general, pero aquí el género cuenta. Las chicas adolescentes identificadas con cierta propensión a la psicosis sufren con mayor frecuencia estadística experiencias extrañas, relacionadas con mundos tan variados como los ovnis, el esoterismo o las telepatías. En cambio los varones tienden más a la anhedonia (peor pronóstico el de ellos, por cierto).

A veces, señalan los investigadores, los perfiles de riesgo psicológico guardan relación con circunstancias que los alimentan, como el consumo de drogas, haber vivido una experiencia traumática o sufrir problemas depresivos, sin que se sepa muy bien cuál es la causa y cuál el efecto. «Cuando planteas el test a un grupo de adolescentes no les dices que lo que buscas es un riesgo de psicosis», aclara Mercedes Paíno.

Como dato anecdótico, el grupo de investigación recuerda que algunas de las preguntas de aquel primer bloque de 141 se cayeron sencillamente porque no eran entendidas por un número significativo de jóvenes. Eduardo Fonseca pone un ejemplo: la palabra «superstición». «¿Qué es una superstición?, nos preguntaban los estudiantes de Secundaria. Hubo que retirar la pregunta». Aquellas 141 primeras preguntas eran el resultado de la aportación de expertos y de la revisión de buena parte de los test que sobre el asunto funcionan en el mundo. Las 51 que al final quedaron son como la destilación definitiva. Una destilación de premio.

Algunas de las cuestiones planteadas en el formulario de 51 propuestas

Mis amuletos pueden llegar a hacer que apruebe un examen.

Creo que alguien trama algo contra mí.

Tengo muchas ideas en mi cabeza, pero no soy capaz de ponerlas en orden.

Tengo pocos amigos íntimos en los que puedo confiar.

Evito lugares públicos donde haya mucha gente porque sé que me pondré nervioso.

Mis familiares me han dicho que no confío en ellos para contarles mis problemas.

Mis compañeros la tienen tomada conmigo.

Oviedo, E. G.

Los investigadores dejan claro que el test no es ningún elemento definitivo de diagnóstico, sino «un instrumento de cribado». «Los test nos indican que hay que estar atentos si la puntuación global del test supera la del 85% de los jóvenes que lo realizan», señalan los autores del estudio. Y si sobrepasa, prudencia, «evitar si es posible la medicación y evitar, sobre todo, estigmatizar socialmente», que ese puede ser incluso un riesgo mayor.

El problema es más frecuente de lo que parece. «Sorprendería el número de jóvenes que dicen escuchar voces. El problema no está tanto en oír esas voces como en la relación que se tenga con ellas. Hay gente que lo vive muy mal, otros que lo viven como meros ruidos y hay a quien incluso le generan creatividad. Es, por así decirlo, una esquizotipia benigna. Dalí, por ejemplo, era un esquizotípico de libro», dice Serafín Lemos.

Su compañero José Muñiz matiza: «En cualquier caso, oír voces sigue siendo un problema grave». «Sobre todo -recalca Lemos- cuando esas voces son omnipotentes y lo mismo te dicen que te tires por la ventana que cojas un cuchillo y ataques a los demás».