Creador del Museo de Grandas y ex director

Oviedo, Pilar RUBIERA

José Naveiras Escanlar, Pepe el Ferreiro, orgulloso vecino de Grandas de Salime, creador del museo etnográfico que dignificó el mundo del trabajo campesino y, de paso, revitalizó y puso en el mapa a toda una comarca del occidente asturiano, está pasando la peor semana de su vida. El Gobierno que preside Vicente Álvarez Areces decidió relevarlo del cargo de director, en el que llevaba veintiséis años, de forma fulminante e imprevista. Su errática administración «lastraba» el funcionamiento de la institución, se señaló desde Cultura. A sus casi 68 años, casado y padre de tres hijos, Pepe el Ferreiro cree estar viviendo un mal sueño.

-¿Cómo se siente?

-Mal. Imagínese a alguien a quien sometieran a una difícil intervención quirúrgica y tardara horas en salir de los efectos de la anestesia, me siento como si estuviera todavía en la UVI y no tuviera conciencia. No soy capaz de hacerme con la situación. Es como si a alguien le pusieran una soga al cuello y apretaran y cuando ya estuviera a punto de morirse, le soltaran.

-¿Leyó las acusaciones?

-Todavía no he tenido la serenidad suficiente, es como si fuera invidente, como esas personas que al ir perdiendo la vista se les mezclaran los renglones. Se lo di al letrado. ¿Qué iba a leer?

-¿Le dijo algo la consejera de Cultura, Mercedes Álvarez?

-No dicen nada. Yo me dirigí al director general de Patrimonio, José Luis Vega, con quien había hablado en Grandas. ¿Cree que es de justicia y de personas actuar así?, le pregunté. A la presidenta del consorcio, que es la Consejera, le dije que no le decía nada porque no la conocía y nunca había visitado el museo. Hizo una mueca, como dando a entender que sí lo conocía. Ellos, la mayoría puestos a dedo, se vengan en un ferreiro.

-La burocracia nunca fue lo suyo.

-Soy anárquico y me cuesta aceptar el mando. Reconozco que hay momentos en los que pierdo el control, pero no soy resentido. Amo a mi pueblo y al museo, he trabajado siempre feliz reuniendo un patrimonio que es de todos los asturianos.

-¿Por qué le cuesta tanto aceptar la autoridad?

-Lo he pensado a veces, creo que es porque fui muy maltratado, nunca conté con el afecto de las personas que ostentaban el mando. Si algo ocurría en el pueblo, yo siempre era el culpable. En una ocasión, hace 42 años, la Guardia Civil me detuvo porque el Sábado Santo a alguien se le ocurrió echar pimienta en las cenizas del fuego que había en la iglesia. No llegaron a pegarme, yo creo que por respeto a mi padre. Nunca creí en la autoridad ni en los políticos, la mayoría cuando se sientan en el sillón dejan de ser paisanos.

-Ha conocido a muchos políticos asturianos. ¿Hay alguno que haya entendido el museo?

-La primera que estuvo en su lugar fue la consejera Encarna Rodríguez Cañas y también Trinidad Rodríguez, que fue directora regional con Sergio Marqués. Ellas entendieron y así me lo hicieron saber que quien sabía de etnografía era yo y que ellas tratarían de ayudarme a sacar adelante mis planteamientos. Por encima de las siglas políticas están los paisanos, mi padre, que era muy sensato y que había vivido una guerra, siempre me lo recordaba, pero tardé en darme cuenta. El presidente Sergio Marqués fue otro paisano. Hace unos años pasó por aquí, en campaña electoral, Álvarez-Cascos. Ya estaba enfrentado con Marqués pero, pese a ello, le dije que había sido de los pocos políticos con palabra. Visitó el museo y le hablé de las necesidades que tenía. Tiempo después, siendo ministro de Fomento, concedió al Museo de Grandas, a través del Ayuntamiento, 32 millones de pesetas para lo que yo le había dicho que era necesario. «Yo también soy un hombre de palabra», me transmitió a través del alcalde, Cachafeiro.

-¿Y Pedro de Silva y Manuel Fernández de la Cera, presidente y consejero que apoyaron y subvencionaron su construcción?

-Estoy muy agradecido a don Pedro porque supo entender el museo, pese a las diferencias iniciales. A Manolo ya no lo estoy tanto. Iba diciendo por ahí que me había montado un chollo y, en una ocasión, me dijo: ¡«Vaya lugar que te preparé para dormir la siesta!».

-Ha llorado mucho estos días.

-Bastante. Cuando te encuentras a un amigo o te llama acabas llorando, no lo pasas bien. ¡Estoy tan agradecido a todos lo que me están apoyando! Siempre confié en el ser humano pero nunca pensé que, a través de internet, tuviera tantos apoyos. Nunca podré olvidar el calor que me demostraron tantos vecinos y amigos en la puerta de la Consejería, en Oviedo, cuando llegué para ser destituido. Fue algo grandioso aunque por dentro estaba roto. En casa, el teléfono no para de sonar y yo lo agradezco de veras.

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