Oviedo, Elena FERNÁNDEZ-PELLO / Eduardo GARCÍA

El Principado de Asturias celebró ayer diez años desde las transferencias educativas, con parte del profesorado en la calle protestando por la gestión. Ellos, los profesores, pintan un escenario de desaliento profesional, de discriminaciones y mal ambiente en los centros; ellos, los políticos, un mundo que no es el ideal, pero que se le acerca. Blanco y negro, dos lecturas radicalmente distintas de una misma situación.

Por primera vez -y esto es histórico- profesores de la enseñanza pública y la enseñanza concertada se unieron (juntos, pero no revueltos) en una misma movilización. Fue frente al auditorio Príncipe Felipe, en Oviedo.

La Policía Nacional tuvo que intervenir un par de veces para evitar que algunos grupos se acercaran a las puertas e intentaran penetrar en el recinto. Los profesores de la pública coreaban sus consignas, y los de la concertada -mucho más ruidosos- las suyas. Sólo una vez coincidieron en un grito unánime: «Riopedre, dimisión».

El consejero Iglesias Riopedre estaba dentro, ajeno al ruido, asistiendo a la entrega de premios de los mejores expedientes de la ESO, Bachillerato y Formación Profesional de los dos cursos pasados. Acompañaba al presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces. Riopedre había señalado el día anterior que no iba a haber discursos políticos -de hecho, él no habló-, pero Areces se despachó a gusto.

Y recordó que Asturias presentaba los mejores resultados académicos de España «gracias a un profesorado motivado y apoyado por las familias y por la Administración». Cuando la frase llegó a los corrillos del exterior, cundió la perplejidad.

Álvarez Areces acaparó la entrega de premios. Fue él quien abrió el acto, con un largo discurso, y sin intervención alguna del consejero de Educación, que se limitó a escuchar a su Presidente y a colaborar en el reparto entre los galardonados de los regalos donados por la Fundación Alimerka, cuyo presidente, Alejandro Fernández, se sentó en la mesa presidencial con los políticos y una parte del equipo de la Consejería de Educación.

El Presidente ensalzó «la cultura del esfuerzo», se comprometió en la búsqueda de «la excelencia» y echó las cuentas del traspaso educativo. «Asumimos en el año 2000 las competencias educativas y desde entonces hemos perdido 30.000 alumnos -23.000 en la pública y 7.000 en la privada-, la ratio inversión-alumno ha pasado de 3.500 euros a 6.600 euros», según Álvarez Areces. En cambio, subrayó, hoy hay en Asturias 220 profesores más que hace diez años.

En su afán por enumerar las excelencias del sistema educativo asturiano, el Presidente insistió, primero en su discurso y otra vez más ya acabado el acto, en que Asturias es una de las comunidades con mayor número de titulados y la que registra menor índice de fracaso escolar. «Podemos estar satisfechos pero no nos conformamos», declaró, rebajando el tono exaltado del discurso.

Reconoció la contribución del profesorado al éxito del sistema, y añadió, como una discreta invitación a la cooperación, que «en educación, o se trabaja en equipo o no se trabaja bien». Ya terminado el acto, Álvarez Areces se reafirmó en su discurso, habló de las mejoras retributivas de los profesores y se refirió a los diez años de transferencias educativas como «década prodigiosa». También se reservó un momento para la complicidad, más emotivo. Fue cuando recordó su vocación primera y sus orígenes familiares: «Os habla una persona que se considera profesor, un maestro hijo de maestra».

Antes de retirarse del estrado el Presidente lanzó un último mensaje a las familias. «La mejor herencia es una buena mochila de conocimientos y valores».

En contraposición con el discurso del Presidente la entrega de premios fue rápida. Por el estrado desfilaron 16 alumnos de Secundaria a recoger los premios y accésits que acreditan su excelente rendimiento académico y su esfuerzo personal, otros seis premios extraordinarios de Bachillerato y los 17 merecedores de los premios extraordinarios de Formación Profesional de grado superior -entre ellos, los cinco premios nacionales.

Tras la entrega, el Auditorio fue escenario de una gala musical con el grupo catalán «Sidonie», formación en la cresta de la ola, conducida por Pachi Poncela y por el humorista Amador Rex (TPA). Buena pareja, ideal para públicos poco estrechos. A la gala asistieron los consejeros de Educación de Aragón, Cantabria y Castilla La Mancha, así como las alcaldesas de Gijón y Avilés.

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