Oviedo, E. F.-P.

«El tiempo de espera en adopción es un potente "estresor" (...). Las familias echan de menos mayor velocidad del proceso, más humanidad en el trato con las instituciones y una mejor información acerca del estado de su expediente», constata Ana Berástegui, autora de un estudio sobre adopción internacional financiado por el Ministerio de Educación. Y es que, expone, la adopción «no es sino el final de una importante sucesión de esperas: espera de un embarazo, espera para los distintos tratamientos de fertilidad, espera a ser convocado a las reuniones informativas...».

Joaquín García se refiere a los «vaivenes emocionales» de estos años de espera. Junto a su pareja ha buscado el respaldo de una asociación, Asturadop, que ha acabado presidiendo, y se ha apoyado en familiares y amigos, aunque reconoce que «en ocasiones la presión de esas mismas personas te llega a producir también desesperación». Belén Suárez, sin embargo, asegura no haber caído en el desánimo, y eso a pesar de valorar la posibilidad de que «quizá el proceso no llegue a culminar, porque los años pasan y ya no somos unos niños». Ella tiene 41 años; su marido, 39.

En esperas tan prolongadas, cuentan, hay parejas que tienen hijos biológicos, que se divorcian... El hecho es que la vida sigue y para que la espera sea provechosa una de las recomendaciones de los psicólogos es profundizar en el conocimiento de la cultura de origen de su futuro hijo.