Director de orquesta

Oviedo, Pablo GALLEGO

«En cinco años, éste es mi segundo programa en España», afirma el director Roberto Forés. Casi el mismo tiempo que ha pasado desde que este joven maestro (Valencia, 1970) vivió su primera experiencia con la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). Su escasa presencia nacional contrasta con su intensa actividad internacional, que en breve le llevará al teatro Regio de Turín con «L'elisir d'amore». Formado entre Italia y Finlandia, hoy vuelve al frente de la OSPA con un programa compuesto por música de Dvorak, Strauss y Schumann.

-¿Cómo ha encontrado a la OSPA después de cinco años?

-Para empezar, yo mismo he cambiado. Era muy niño, y ésa es la principal diferencia. En la OSPA he encontrado una orquesta con ganas de trabajar. Sobre todo en la sinfonía de Schumann, porque según me han comentado, su repertorio en estos últimos años ha sido siempre muy romántico. Ir más allá en la historia de la música es un reto para ellos.

-¿Es un aliciente venir a una orquesta que busca director? ¿Se siente examinado?

-No. Ahora mismo lo importante es sacar adelante el concierto de la mejor forma posible, y para eso daré lo mejor de mi trabajo, busquen o no director. El esfuerzo va a ser el mismo. Lo otro es un añadido.

-¿Pero entraría en sus planes hacerse cargo de una sinfónica como la asturiana si su nombre fuese uno de los seleccionados?

-Sí, claro.

-Dentro del panorama orquestal español, la OSPA es un auténtico «bombón».

-Seguramente. Trabajo mucho en el extranjero y muy poco en España, así que tampoco conozco a fondo la realidad de las orquestas españolas. Pero viendo la temporada que tienen sería una buena posibilidad.

-La agencia que le representa está en París, y su presencia en España es escasa. ¿Le gustaría tocar más aquí?

-Me gustaría mucho, sobre todo para estar más cerca de casa, pero me siento muy valorado fuera. Estoy a gusto allá donde voy, y viajar es algo que va unido a la profesión de director de orquesta.

-¿Le costó cambiar el arco del violín por la batuta?

-Nada. El arco fue una etapa, y cuando sentí que se agotaba, me lancé a por otro reto que siempre había estado ahí. El principio es muy difícil, pero a mí me ha tocado el Gordo. No sé si soy un buen o mal director, pero hay otros como yo que no trabajan. Entrar en el circuito es muy difícil, porque no es suficiente estar preparado. Hace falta fortuna.

-¿Y qué ayuda más a esa fortuna, un buen representante o los concursos de dirección?

-En mi caso un par de concursos, ni siquiera uno sirvió. A raíz del segundo apareció una agencia fuerte, y todo comenzó a caminar.

-Su formación es, al mismo tiempo, italiana y nórdica. ¿Eso le diferencia?

-Es una mezcla curiosa. Mi formación italiana lleva mucho de temperamento, de energía, y la nórdica te enseña disciplina, autocontrol. Su punto fuerte no es la musicalidad ni la expresión. Es una buena mezcla, porque los españoles somos más temperamentales, y allí te dicen «vale, eso está muy bien, pero ahora vamos a ordenar todo esto».

-¿Siente la competitividad?

-En cuanto a directores no. Intento hacer música lo mejor que sé, y siempre con mis colegas músicos, porque no son mis subordinados. El objetivo es pasarlo lo mejor posible, porque para algo me dedico a esto y no a otra cosa. Ahí está el resultado.

-El podio le expone más.

-Te otorga una responsabilidad, y cierta capacidad de decisión. Pero siempre desde el razonamiento, exponiendo por qué. Se trata de convencer, no de imponer. Creo mucho en la comunicación. Muchísimo.

-¿El primer día con una orquesta exige cierta fortaleza?

-Por mi experiencia sé que, en diez minutos, el músico ya tiene una opinión sobre el director que tiene delante.

-¿Y saber eso ayuda?

-Sí, pero tampoco me condiciona. Tienes ir decidido desde el principio, y dejar muy claro lo que quieres. Yo tenía un profesor que decía que había que llegar ante una orquesta con la maleta cargada de ideas para ofrecer.

-¿El mundo sinfónico camina hacia la reducción del número de ensayos si quiere ser más productivo?

-Yo soy partidario de eso. Así los músicos incluso podrían descansar más. No entiendo por qué hay que dedicar cinco días a preparar un concierto, me parece una barbaridad. Lo mismo que en la ópera. ¿Un mes de ensayos? ¿Dónde estamos? Si todos somos profesionales es demasiado.

-¿Cuáles son sus intereses artísticos?

-En realidad me interesa todo. Me gustaría tener una orquesta muy implicada y motivada para hacer muy bien tanto Haydn, que es complicadísimo, como Berio. Tengo tendencia a programar obras del siglo XX en adelante, pero sin perder de vista la disciplina clásica de una orquesta.

-¿Cómo se ve desde fuera el boom de orquestas y auditorios que ha vivido España en los últimos años? ¿Aguantará?

-Se ve bien, pero sólo tendrá futuro si aumentamos la calidad y la productividad. Al final, si quieres que el producto que vendes sea un éxito tiene que ser bueno. El futuro estará en primar la calidad, en mejorar la calidad de las orquestas, y de los músicos, la programación y el modo de trabajo. Así tendrá futuro, porque además de las subvenciones públicas, si produces beneficio el sector privado se animará a entrar en el negocio.

-¿Cree que la cultura no tiene por qué ser deficitaria?

-Claro que no. Tenemos que convencer a los futuros inversores de que somos rentables.

-Ante un panorama de directores mediáticos, ¿qué espacio queda para otras formas de hacer música?

-Entrar en ese club es muy difícil, pero es algo que no entra en mis planes. Pero el ansia por prosperar sí es buena, y será mi trabajo el que me lleve hasta donde tenga que llegar. Y allá seré feliz, porque es lo que quiero hacer. Sea en la Filarmónica de Berlín o en la OSPA.

«La OSPA es una orquesta con ganas de trabajar, ir más allá del repertorio romántico es un reto para ellos»