Oviedo, Eduardo GARCÍA

Ochocientas páginas para la Ortografía del siglo XXI. Un equipo con representación de las 22 academias de la lengua del mundo hispánico, presidido por el académico asturiano de la Real Academia Española Salvador Gutiérrez, trabaja contra reloj para que en el próximo otoño la nueva Ortografía de la lengua castellana sea una realidad, y cuando aún no se apagaron los ecos de la publicación de la nueva Gramática. Tan rápido es el ritmo que ni el terremoto de Chile logró interrumpirlo. El día del gran seísmo Salvador Gutiérrez y los académicos hispanoamericanos «trabajamos como locos desde las doce del mediodía hasta las ocho de la tarde», sólo interrumpidos por las inquietantes réplicas del terremoto, en Santiago, la capital chilena.

Los académicos se habían dado cita en Chile para participar en el Congreso de la Lengua, que finalmente no pudo celebrarse. La última Ortografía data de 1999 y Gutiérrez reconoce que, con todas sus virtudes, «dejaba espacios de sombra». El que se está cociendo «es más concreto, entra más en el detalle».

El encargo de las academias para la puesta en marcha de una nueva Ortografía data de 1999. En el verano de 2008 se formó el núcleo duro del equipo de trabajo. Salvador Gutiérrez (Bimenes, 1948), catedrático de Lingüística General de la Universidad de León, había sido elegido en 2007 para ocupar el sillón «S» de la Real Academia y había tomado posesión al año siguiente. El apasionante encargo de la Ortografía le llegó, pues, recién llegado a la casa que limpia, fija y da esplendor a nuestra lengua.

Que nadie espere una revolución «porque ése no era el encargo de las academias. Va a ser una Ortografía más razonada y más exhaustiva; también más profunda, con fundamentos científicos». Junio será un mes clave porque en Madrid se va a reunir la llamada Comisión Interacadémica. Es una mecánica lenta a pesar de que los plazos (y el presidente de la Real Academia, el también asturiano Víctor García de la Concha) apremian. ¿Estará la Ortografía para el otoño? Gutiérrez aspira a que el proyecto «salga bien, por encima de fechas concretas».

La obra, en todo caso, está moderadamente avanzada. Están aprobados el esquema general, así como los capítulos dedicados a la tilde y a las mayúsculas. El capítulo referido a fonemas y letras será presentado próximamente a las academias americanas. La ortotipografía llenará otros dos capítulos. El Diccionario de la Real Academia la define como el conjunto de usos y convenciones por las que se rige cada lengua mediante signos tipográficos. En esta aparición estelar de la ortotipografía tiene mucho que ver la era informática.

Los ordenadores eran, claro, inimaginables para aquellos académicos que, en 1741, hace nada menos que 269 años, elaboraron la primera edición de la Ortographia (así, todavía con «ph»). Fue once años más tarde cuando el dígrafo «ph» dejó paso ya definitivamente a la efe. Aquella segunda edición fue, entre otras cosas, una respuesta académica al cisma de 1843, cuando una denominada Academia Literaria y Científica de Profesores de Instrucción Primaria abogó por la supresión de la hache, la uve y la cu, un revolcón ortográfico que llegó incluso a las escuelas y que muchas décadas más tarde acogería con no poco agrado el gran Juan Ramón Jiménez, un poeta sublime y un ortográfico poco ortodoxo. En 1844, un año después de aquel pintoresco cisma, un real decreto firmado por la reina Isabel II oficializaba la Ortografía e imponía su enseñanza en las escuelas españolas a petición del Consejo de Instrucción Pública.

Los tres grandes códigos que fijan la norma de una lengua son el diccionario, la gramática y la ortografía. Diccionario tenemos, con una variante propia de una lengua que se habla en cuatro continentes. Es el Diccionario Panhispánico de Dudas, cuya primera edición salió a la luz en 2005. La nueva Gramática fue presentada por los Reyes el pasado mes de diciembre. Un proyecto grandioso que supuso once años de trabajo. Ahora le toca el turno a la Ortografía, otro proyecto con «ingeniería» asturiana.