Oviedo, E. G.

Diego Hurtado de Mendoza nació a la par que el siglo XVI. Hijo del capitán general del Reino de Granada, recién terminada la Reconquista, hizo carrera militar y diplomática con Carlos V y fue amigo de la mismísima Teresa de Jesús. Su biografía está plagada de grandes hechos, pero nada comparado con el protagonismo que acaba de alcanzar 445 años después de su muerte: ser el más que probable autor de «El Lazarillo de Tormes», una de las cumbres de la literatura española.

El descubrimiento tiene nombre propio, la paleógrafa madrileña Mercedes Agulló, de 84 años de edad y toda una vida entre documentos históricos. Un libro inminente explicará los pormenores de una investigación que culminó con el estudio de la documentación de un tal Juan López de Velasco, cosmógrafo en la corte de Felipe II.

El destino deparó a López de Velasco ser encargado de la administración de la hacienda de Hurtado de Mendoza, y en la relación que hace de los papeles de Mendoza se incluye un epígrafe que dice: «un legajo de correcciones hechas para la impresión de Lazarillo y Propaladia».

El nombre de Hurtado de Mendoza siempre había sonado como posible autor del «Lazarillo», pero nunca hubo prueba documental alguna que avalara tal suposición, así que la autoría de la gran novela picaresca española es uno de los grandes misterios de nuestra literatura. La referencia al legajo con correcciones del «Lazarillo» en poder de Mendoza no es definitiva, pero casi. Se sabe que Hurtado de Mendoza era un hombre culto, amigo de Baltasar Gracián (puede que también de Lope de Vega) y nieto del marqués de Santillana.

Una sombra en la teoría es el añadido de Propaladia, una obra con autor conocido, Bartolomé de Torres Naharro, con quien Hurtado de Mendoza pudo coincidir en tierras italianas. La propia Mercedes Agulló afirma que no hay nada definitivo y quizás nunca llegue a confirmarse la autoría al cien por cien.

«El Lazarillo de Tormes» salió a la luz en 1554, sin nombre de autor. Cuestión de prevención, quizá, porque efectivamente la obra pasó al cajón de los libros prohibidos a las primeras de cambio. Se sabe que en 1559 ya estaba incluido en el catálogo de obras censuradas, pero «El Lazarillo» siguió creciendo con, al menos, cuatro ediciones antes del final del siglo XVI, algunas ya tras la muerte en 1575 de quien ahora se perfila como su autor.

Juan López de Velasco y Diego Hurtado de Mendoza se conocían, quizá gracias a «El Lazarillo». Velasco fue el encargado en 1573 de censurarlo a fin de que la obra pudiera librarse de la «cárcel» del catálogo de libros prohibidos. Aquella liberación literaria cogió a Mendoza ya con 73 años, pero flota la duda de si en las modificaciones a la novela original intervino el propio autor. Es en ese año de 1573 cuando se publica «Lazarillo de Tormes castigado», que era la fórmula para expresar aquellos títulos que habían sido sujetos a revisión moral. Para que no hubiera dudas, la edición incluye en portada «Impreso con licencia del Consejo de la Santa Inquisición».