Oviedo,

Pablo GALLEGO / Agencias

La ciencia ha logrado acercarse un poco más al «Big Bang» y a la teoría de la gran explosión que explica el origen del Universo. Los investigadores que trabajan en el LHC, el gran acelerador de partículas del Centro Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN), han logrado generar las condiciones más parecidas a los instantes iniciales del nacimiento del Universo, tras hacer chocar casi a la velocidad de la luz dos protones cargados con siete teraelectronvoltios (TeV). Un paso clave para desvelar los misterios de la materia y que abre una nueva era en el estudio de la física de partículas.

Sobre la una del mediodía de ayer, el gran detector «Atlas» confirmaba la colisión de los protones con una energía jamás conseguida hasta ahora en otro acelerador. Tras veinte años de trabajo y dos intentos fallidos, los aplausos y los vítores se apoderaron de la sala de control. La alegría, tras varias horas de tensión, se extendió por la sala de control del LHC y por todo el Laboratorio Europeo de Física de Partículas. Tanto que llegó hasta el área de Física Experimental de Altas Energías de la Universidad de Oviedo. En ella, los investigadores que, desde Asturias, forman parte de las 10.000 personas que participan en el proyecto del CERN. «Es un día de mucha alegría», afirmaba el coordinador del grupo, Javier Cuevas.

Tras una colisión que ya forma parte de la Historia de la Ciencia, los investigadores presentes ayer en el laboratorio asturiano -Javier Fernández, Lara Lloret, Patricia Lobelle, Alberto Cuesta, Santiago Folgueras y el propio Cuevas- se dedicaron, de forma muy rápida, a «seleccionar las colisiones más interesantes» entre todas las producidas en el interior del LHC, explica Cuevas. Un inmenso circuito dentro de un túnel de 27 kilómetros a 100 metros bajo tierra de la frontera entre Francia y Suiza.

En España, cinco instituciones colaboran en el proyecto estrella del CERN: el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT) de Madrid, los Institutos de Física de Cantabria (IFCA) y las Universidades Autónoma de Madrid y de Oviedo. En total, 180 instituciones, centros de investigación y universidades de treinta y ocho países, en el que se considera el mayor reto científico en la Historia de la Humanidad.

El inicio del experimento estaba previsto para las once de la mañana de ayer, aunque pequeños fallos técnicos -según informó el portavoz del CERN, Renilde Vanden Broeck a través de videoconferencia- obligaron a retrasarlo. No obstante, quiso dejar claro que no se trataba de fallos como los que en septiembre de 2008 dañaron seriamente algunas partes del sistema.

«La colisión estaba prevista para esa hora», apuntaba Cuevas antes de saber que el experimento, finalmente, tendría lugar a la una del mediodía. «Pero no pasa nada si es mañana, llevamos veinte años esperando esto», añadió. En otros dos años podrán presentar los primeros resultados científicos. Entre ellos, quizá, datos que ayuden a conocer «la materia oscura».

«Por qué el Universo es materia y no antimateria, por qué no se crea y se destruye de forma constante, será otra de las cosas que habrá que averiguar», avanza Cueva. Tras él, su equipo se afana en controlar los datos y las mediciones que aparecen en las pantallas que dominan una parte del laboratorio asturiano, conectado directamente con el CERN.

«La materia que conocemos es sólo el 5 por ciento del Universo», explica, mientras trata de hacer inteligibles conceptos reservados a los cerebros de la Física. «El resto de la materia, el 95 por ciento, aún no sabemos de qué está hecha ni qué es», añade. Lo mismo que ocurre con el llamado «Bosón de Higgs», conocido como «la partícula de Dios», que no ha sido observada hasta el momento y se considera «clave» a la hora de explicar «por qué los objetos tienen masa», apunta Cuevas.

Otro de los retos será averiguar hasta qué punto los descubrimientos que se realicen gracias al LHC llegarán a tener una aplicación práctica. Según Cuevas, trabajos similares «ya han producido transferencia de tecnología, como los mecanismos de aceleración que se utilizan en algunas máquinas para el tratamiento del cáncer», explica, con unos resultados asombrosos que logran «tasas de éxito del 90 por ciento».