Oviedo,

Elena FERNÁNDEZ-PELLO

La Universidad de Oviedo y el Instituto de Oncología del Principado han contribuido a descifrar el mapa genético del pinzón cebra, un pequeño pájaro que a pesar de su insignificante aspecto guarda el secreto del origen genético del lenguaje. El hallazgo forma parte de un proyecto más ambicioso, en el que participa una veintena de laboratorios de todo el mundo, y que tiene como objeto confeccionar un amplio catálogo de genomas de diversas especies animales. Ayer la revista «Nature» publicaba los últimos resultados de esa investigación, que en España lidera el bioquímico Carlos López Otín, los referidos al pinzón cebra y que, según los científicos, servirán para conocer mejor enfermedades como el autismo, el párkinson y el alzhéimer y avanzar en su curación.

El pinzón cebra es la segunda ave cuyo mapa genético es desvelado. La primera había sido el pollo, que evidentemente carece de habilidades vocales, así que ahora los investigadores tienen la posibilidad de comparar entre ambas, intentando averiguar de dónde surge la capacidad de comunicación oral de los animales. «El pinzón cebra posee un canto de notable complejidad, que aprende a una edad temprana escuchando el de un tutor adulto. En ese sentido, las características del canto de esta ave y de su aprendizaje son muy parecidas a las del lenguaje humano», explicó López Otín, que tiene en su haber el Premio Nacional de Investigación «Severo Ochoa» y que en su día fue distinguido como «Asturiano del mes» de LA NUEVA ESPAÑA.

Su laboratorio ha participado en la secuenciación del genoma del pinzón cebra, junto al resto de los equipos que colaboran en este proyecto, coordinados desde la Universidad de Washington por el profesor Wesley Warren. Entre todos han anotado los más de mil millones de pares de bases nucleotídicas que forman el ADN de esta especie, y el equipo asturiano se ha concentrado en el degradoma, un conjunto de genes de proteasas formado por seiscientas proteínas. Esos genes son determinantes en la progresión del cáncer, que constituye el área de estudio de los bioquímicos asturianos.

Además, han observado qué cambios se producen en la expresión de los genes en su cerebro mientras aprende a cantar: entonar una melodía breve altera la expresión de más de ochocientos genes. «El estudio de las variaciones genéticas que distinguen a un ave incapaz de modular sonidos armónicamente de otra capaz de aprender mecanismos de comunicación vocal, tal y como lo hacemos nosotros, nos ayudará a entender la extraordinaria plasticidad del cerebro humano», destaca Carlos López Otín.

En el genoma del pinzón cebra, los investigadores han hallado genes duplicados, implicados en el desarrollo neuronal, y eso explicaría la capacidad de este pájaro para aprender a comunicarse a través de sus trinos de un modo semejante, aunque no tan sofisticado, al de los humanos.