E101, E210, E300? aunque puedan parecer códigos secretos, son sencillamente aditivos: riboflavina (vitamina B12), ácido benzoico y ácido ascórbico. Estos son sólo algunos de los elementos que integran la larga lista de aditivos alimentarios legales, sustancias que se añaden a los alimentos procesados para dotarlos de unas propiedades que mejoran sus características físicas, de sabor o de conservación, pero que en ningún caso pueden añadirse para aumentar el valor nutritivo del alimento.

Cuando el consumidor echa un vistazo al etiquetado de cualquier producto envasado y entre sus ingredientes figuran varios aditivos se plantea dos interrogantes: el significado de tales códigos y la posibilidad de que sean o no perjudiciales para la salud.

Para intentar responder a ambas cuestiones es conveniente saber que los aditivos alimentarios que han sido aprobados por la Unión Europea y que se designan mediante un código formado por la letra E seguido de un número de tres o cuatro cifras han sido sometidos a pruebas de inocuidad. «Por lo tanto, si esto es así, no deben afectar negativamente a nuestra salud salvo que exista una sensibilidad personal a alguno de estos productos. Además, estas sustancias están sometidas a un control legal estricto y permanente, por lo que cualquier dato nuevo que pusiera en duda su fiabilidad sería tenido en cuenta para dejar de considerar al producto como inocuo», destaca la nutricionista y farmacéutica Nuria Suárez González.

Son cientos los aditivos existentes, pero entre los más habituales y de mayor consumo se encuentran los siguientes:

Colorantes. Se utilizan para proporcionar al alimento un color constante que no se vea modificado por la acción de la luz o del calor. Sus códigos de identificación se sitúan entre E100 y E180. Los más utilizados son los colorantes naturales, como el E140, la clorofila, o el E160, que son los carotenoides.

Conservantes. Evitan el deterioro de los alimentos por el ataque de los microorganismos, algunos de los cuales pueden ser muy perjudiciales para la salud. Sus códigos están comprendidos entre E200 y E297 y entre ellos se encuentran el E200, que es el ácido sórbico: el E210, ácido benzoico; o el E270, el ácido láctico.

Antioxidantes. Se usan para evitar la oxidación de las grasas, que es la principal forma de deterioro de un alimento después de las alteraciones producidas por los microorganismos. Los aditivos que forman parte de este grupo se encuentran entre E300 y E385, siendo uno de los más empleados y más conocidos el E300, que es el ácido ascórbico, la vitamina C.

Gelificantes, espesantes y estabilizantes. Son sustancias que se utilizan por su capacidad para formar geles y así dar estabilidad a un producto. Sus códigos se encuentran entre E400 y E440. Uno de los más conocidos es el E406, el agar, que se extrae de algunos tipos de algas rojas, o el E440, las pectinas, que se obtienen de los restos de frutas como naranjas, limones o manzanas.

Emulsionantes. Consiguen que la mezcla de agua y grasa de un alimento permanezca junta. Se reconocen por los códigos E430 a E495, excepto los E440 que pertenecen al grupo anterior. En este grupo se encuentra el E322, la lecitina.

Potenciadores del sabor. Se trata de sustancias que no tienen sabor pero sí hacen que resulte más intenso el del propio alimento. Sus códigos se incluyen entre E620 y E637. Los más conocidos son los glutamatos, que encabeza el E620, el llamado ácido L-glutámico.

Edulcorantes bajos en calorías. Estas sustancias intentan ser lo más parecido al azúcar. Las más consumidas son el E954, la sacarina, y el E951, el aspartamo.

Dentro de esta relación se encuentran dos aditivos que, según Nuria Suárez, «es posible que el consumidor no haya pensado nunca que lo son. Se trata de la sal y el vinagre, que se llevan usándose desde siempre como conservantes».