"Sinfónica Clara" era una de las propuestas que más expectativas había generado en los aficionados asturianos desde que la cantante Clara Montes tuviese que cancelar su última cita en Asturias el pasado 2009 debido a las inclemencias del tiempo. La atractiva propuesta, que se puso en escena el pasado domingo día 11 en el teatro Jovellanos de Gijón, propició un encuentro a varias bandas. Por un lado, la voz personal de Clara Montes, que se lució en todo su esplendor ganando en expresividad con el desarrollo del concierto; por otro, el revestimiento orquestal propiciado por los arreglos y la dirección del maestro Francisco de Gálvez, director titular de la Orquesta Sinfónica Provincial de Málaga y que se puso al frente, para la ocasión, de nuestra Orquesta Sinfónica Ciudad de Gijón (pasando su director, Óliver Díaz, al piano en numerosos números); por último, un repertorio muy cuidado y que no estaba exento de vínculos emocionales tanto para la cantante como para el público asistente, lo que acabó por consolidar un vínculo que provocó la puesta en pie de un teatro lleno hasta la bandera.

Para referirse a este evento no basta la palabra "concierto", pues la concepción va mucho más allá. Si dejamos apartadas las connotaciones más mercantilistas y grandilocuentes del término «espectáculo», éste podría encajar mucho mejor, atendiendo a varios factores. En primer lugar, hay un claro motivo conductor para la introducción de todas las piezas (muchas ya registradas en su discografía) y éste sirve para darle una cierta coherencia a la estructura de la representación (casi a modo de retrospectiva sonora emocional). También hay que destacar la presencia de colaboradores y amigos personales de la cantante, que contribuyeron a lo largo del espectáculo a redondear los resultados musicales: el violonchelista Rafael Domínguez, miembro de la Orquesta de la Comunidad de Madrid y colaborador habitual de la cantante; el pianista David Peña Dorantes, uno de los más reputados de la fusión flamenca (con trabajos discográficos tan relevantes como Orobroy o Sur); el dúo formado por el cantante Toni Zenet (mejor artista revelación en los XIV Premios de la Música) y el guitarrista José Taboada, quienes abrieron en Gijón el ciclo patrocinado por cajAstur, «Músicas del siglo XX», en 2009; o los guitarristas flamencos José Miguel Carmona (integrante, entre otros, de Ketama y La Barbería del Sur, ambos estandartes del Nuevo Flamenco) y su padre, el legendario Pepe Habichuela («historia pura de la guitarra flamenca», en palabras de Clara Montes, y uno de los más aclamados de la noche). Todos ellos, junto al coro «Voces de Cimadevilla» (dirigido por Montse Serrano) y un despliegue audiovisual con proyecciones de textos e imágenes relacionadas con las canciones escogidas conformaron «Sinfónica Clara». La cantante tuvo palabras de agradecimiento y de recuerdo para muchas personas, entre ellas los propios músicos de la orquesta (llegando incluso a leer los nombres de todos ellos antes de arrancar con «Y sin embargo te quiero»), su hijo (a quien le dedicó la intimista «Tiene, qué tiene»), su padre (cantando «Te recuerdo Amanda», del chileno Víctor Jara) y, por supuesto, al público, con un sentido «Te quiero, te quiero». Las letras de Antonio Burgos («Habaneras de Cádiz»), Rafael de León («Tatuaje», «La rosa y el viento»), Antonio Gala («Adiós», que como no podía ser de otra forma cerró de manera oficial el espectáculo) o Federico García Lorca (quien recogió «La tarara») estuvieron presentes, aunque también hubo espacio para el son mejicano («La llorona», también recordada por Joan Baez en su reciente concierto en Gijón) o los sones más modernistas del cantautor andaluz Carlos Cano («María la portuguesa» o «La murga de los currelantes», que sirvió para cerrar con un segundo bis).

Una noche inolvidable que verá la luz con una pronta publicación en DVD, en la que se reflejó la solvencia de una propuesta que parte de Gijón hacia otros puntos del país. Como subrayó la propia cantante al final de su intervención, «Que este adiós sea un hasta siempre».