Oviedo, Pablo GALLEGO

«A la gente le encanta creer en conspiraciones, pero la obligación del periodista es acercarles la realidad tal como es; más allá del entretenimiento, la sociedad debe estar bien informada». En una época en la que quienes se dedican al periodismo no figuran en ningún «ranking» de popularidad, David Dadge defiende a quienes, desde los medios de comunicación, fomentan «la libertad de la información». Dadge, que dirige el Instituto Internacional de la Prensa (IPI en sus siglas en inglés) se muestra en esta entrevista crítico con los gobiernos que pretenden mantener a sus ciudadanos lejos de lo que ocurre en realidad. «Hagan lo que hagan quienes gobiernan -y han hecho muchas cosas-, para controlar el flujo de información, ésta deber ser capaz de escapar», asegura. Licenciado en Derecho y especialista en libertad de prensa, ha encaminado sus pasos profesionales hacia el terrorismo y la seguridad

-¿Hasta qué punto es vital el derecho a la información?

-Tener información te permite tomar decisiones sobre el mundo en el que vives. Te permite elegir, votar por un partido político concreto, valorar si tu sistema educativo es bueno, o tu policía. Y los gobiernos temen dar este tipo de información. Pero es vital para los ciudadanos. Los periodistas hacen un trabajo fantástico en ese sentido.

-¿Cree que los periodistas que trabajan en países donde no hay libertad de prensa son más combativos o hacen mejor su trabajo que quienes trabajan en países donde sí se respeta esta libertad?

-El papel del periodista es más duro en países como Zimbabue o Rusia porque hay más peligro. Los temores también son mayores. Pero los periodistas de España o de cualquier otro país de Europa occidental o de los Estados Unidos también hacen un fantástico papel.

-¿En qué sentido?

-Hay que contar lo que pasa en los gobiernos, sea el de Zimbabue o el de España. Es algo valiente y necesario, sea el país que sea. Pero en Rusia puedes acabar muerto por un reportaje, ésa es la diferencia. Es más fácil trabajar en un país que asegura la libertad de expresión, pero conseguir una buena historia es igual de complicado en todo el mundo.

-Según Reporteros Sin Fronteras, 110 periodistas murieron en el ejercicio de su profesión en 2009. En lo que va de año ya son nueve, y otros 165 han sido encarcelados. ¿Matar al mensajero es la forma más rápida de deshacerse de un problema?

-Cada asesinato de un periodista no es sólo una muerte, sino un aviso para todos los demás. Produce un efecto que ralentiza e inhibe el trabajo del resto. Y Rusia vuelve a ser el ejemplo. Nunca averiguan quién fue el autor del crimen, y cualquiera que quiera parar una información puede pensar que la vía más rápida para conseguirlo es el asesinato. Los afectados no son sólo los que mueren, sino todos nosotros, que no recibimos la información que deberíamos y nos permite tomar decisiones. La espiral de violencia contra los periodistas es constante. Desde 2000 y hasta el final de 2009, treinta y cinco periodistas rusos fueron asesinados. Una cifra demasiado alta para un país como Rusia. Es una gran desgracia.

-¿Internet puede ser una buena forma de evitar el control sobre la información más allá de los medios tradicionales?

-Absolutamente. Se vio con la difusión a través de internet del vídeo en el que se ve cómo un helicóptero americano dispara a un reportero de la agencia «Reuters» en Irak. Internet, tanto como herramienta como en contenido, puede producir un gran periodismo. Pero detrás del artículo deben estar el periodista y el editor. Cuando leemos un periódico, necesitamos confiar en lo que leemos. Ésa es la diferencia respecto a cualquier cosa que podamos leer en un blog. En un periódico sé que detrás hay un editor y un periodista que verifican y contrastan cada información. El periodista debe garantizar la credibilidad.

-¿Es diferente el papel del periodista hoy respecto a hace cincuenta años?

-Totalmente. Hoy es mucho más duro. En algunos medios el mismo redactor escribe los textos, toma las fotografías y realiza dos versiones de la misma información: una para el papel y otra para colgarla en internet. Y todo eso con un sueldo menor. Antes cada oficio estaba ocupado por una persona. Hoy el periodista es un profesional multifuncional.

-Y que debe dedicar mucho menos tiempo a cada información.

-Muchísimo menos. Hoy en día las plantillas de los medios de comunicación se han reducido al mínimo, y así es mucho más difícil poder encontrar buenas historias y desarrollarlas como es debido.

-¿Cree que los periódicos en papel como hoy los conocemos están condenados a muerte?

-No, no creo. Sobre todo porque son algo consustancial a la sociedad en la que vivimos. No son sólo un soporte para la información, sino algo más. Necesitamos una garantía de credibilidad, y los periódicos deben proporcionárnosla cada día a lo largo de todo el mundo. Lo que no sé si sobrevivirá es el papel, ni hacia qué forma evolucionarán.

-¿Cuáles son las posibilidades?

-Quizá queden sólo en sus ediciones de internet, se lean a través de libros electrónicos o se desarrollen nuevos soportes. Lo que sí tengo claro es que la prensa como forma de transmitir información seguirá existiendo.

-Muchos editores ven en internet a un enemigo que reduce sus cifras de ventas...

-Ahora mismo el mayor problema de los medios de comunicación es conseguir que internet sea un soporte rentable empresarialmente, y que además produzca beneficios. Sinceramente no creo que la prensa en internet sea gratuita durante mucho tiempo más. Habrá que pagar, pero tampoco sé cuál será la mejor forma de hacerlo, si a través de pagos concretos o mediante suscripción, como en Escandinavia. Quizá sea necesario crear fundaciones que ayuden y apoyen económicamente el buen periodismo. Necesitamos dinero para existir, pero pase lo que pase la base está en la credibilidad. ¿Cómo puedes confiar en una información si no hay un periodista detrás?

-Hay quien opina que estamos pasando de una sociedad basada en hechos y datos a otra en la que prima la opinión de cada uno.

-No hay más que ir a las redes sociales para comprobarlo. La gente cree que su opinión es tan válida como la de un periodista, y no es así. Pasa lo mismo con los políticos. El periodista debe basar sus artículos en hechos y opiniones contrastadas que den voz a todas las partes implicadas. Pero al político sólo le interesa lanzar su mensaje. Por eso recurren cada vez más a las redes sociales, y menos a otros soportes en los que periodista y editor pueden rebatir sus afirmaciones. Un dato falso sobre inmigración en Twitter puede afectar a la opinión de 150.000 personas en el mundo.

-El terrorismo y la seguridad son dos de los asuntos que más preocupan a la población. ¿Cree que los medios contribuyen a convertir ese temor en una especie de psicosis?

-Si no hablamos de un determinado asunto, como el terrorismo, fomentamos la ignorancia. Pero si hablamos demasiado, podemos crear miedo. Deben ser los periodistas, más allá de cualquier tipo de influencia estatal o de servicio público, quienes deben decidir cómo informar sobre esos asuntos. Un medio elegirá una forma, y otro la contraria. Así es como conseguimos el equilibro en la opinión pública. Creo que los políticos contribuyen más a ese miedo que los periodistas. A la gente le encantan las conspiraciones, y es nuestra labor hacerles llegar qué es lo que está pasando realmente.

-Con la gripe A ha pasado algo parecido.

-Personalmente me sentí bastante confundido, porque se transmitieron mensajes contradictorios. Los gobiernos necesitan coordinarse más en asuntos tan graves como la gripe A. La Organización Mundial de la Salud (OMS) no puede decir que va a ser un desastre a la vez que el ministro de Salud de tu Gobierno afirma que no va a ser así. Con la gripe A se acusó a los medios de no haber sabido encontrar el equilibro entre ambas posturas. Pero es imposible hacerlo si los propios responsables tampoco lo consiguen.

-Nueva York acaba de vivir otro intento de ataque terrorista, y desde el primer momento se pensó en un comando islamista. ¿Hay algo que lo diferencie de otros tipos?

-Es un error poner apellidos al terrorismo. Un terrorista es un terrorista, independientemente de sus creencias personales. En mi país se desató un gran debate cuando comenzó a denominarse los ataques del IRA como «terrorismo católico». El IRA no representaba a todos los católicos de Irlanda del Norte, igual que no todos los musulmanes se dedican a poner bombas.