Oviedo, M. S. MARQUÉS

Tenemos los genes de los neandertales pero eso no significa que nos parezcamos a ellos. De hecho nuestros rasgos físicos poco tienen que ver con los del grupo humano que vivió hace 49.000 años en la falda del Sueve. El hombre del Sidrón tenía una capacidad craneal en algunos casos superior a la nuestra pero su aspecto era más arcaico con menos estatura y una envergadura potente que rara vez es igualada por los humanos modernos, salvo excepciones.

Ahora sabemos que esa especie, que durante mucho tiempo se consideró inferior, se cruzó con los sapiens y que el intercambio genético fructificó. Fue un momento concreto en el espacio y el tiempo pero suficiente para que su rastro llegara hasta nosotros. La noticia de la hibridación no ha cogido a los expertos por sorpresa, algunos ya intuían que algo así podía haber pasado, pero como dice José María Bermúdez de Castro, paleoantropólogo y codirector de la sierra de Atapuerca, «faltaban los datos».

El proyecto Genoma Neandertal para el que los fósiles asturianos han sido material insustituible acaba de demostrar que no todo está dicho en el terreno de la evolución y abre diferentes vías que posibilitan un mayor conocimiento de nuestra propia especie. Conocer la genética neandertal da las claves para saber qué nos hizo humanos.

Considerado un estudio de primera magnitud, todos los expertos coinciden en señalar el abanico de posibilidades que abre. Bermúdez de Castro subraya la importancia de la investigación y considera que «es una noticia excitante porque va a generar un debate no ajeno a la controversia, pero que demuestra que la ciencia evoluciona».

Al experto no le ha cogido de sorpresa saber que hubo sexo entre las dos especies porque «ya en el Próximo Oriente habíamos visto que ocuparon las mismas cuevas, lo que de alguna manera permitía intuir que hubo convivencia». A su juicio, la controversia que se generará en los próximos años será interesante, pero no cree que ponga en peligro el concepto de especie. Sabe que para muchos expertos dos linajes diferentes no pueden tener descendencia fértil, pero esa negación es matizable, ya que está demostrado que ocasionalmente dos especies muy próximas aunque distintas pueden hibridar.

El ADN demuestra ahora que en el caso de neandertales y sapiens se dio esta posibilidad. A la vista de estos datos, Bermúdez va más allá y se pregunta si pudo haber contacto genético con otras poblaciones, como fue el caso del homo erectus de Asia. Ahora sólo pide sensatez a los investigadores y que algunos no aprovechen la circunstancia para sostener que ya habían defendido ese mestizaje a partir de los fósiles.

Si para Bermúdez, morfológicamente, la diferencia entre neandertales y sapiens es notoria, para Eudald Carbonell el hecho de que ambas especies se cruzaran puede tener que ver con que mantenían sustratos genéticos potentes y parecidos que se mantuvieron a pesar de llevar miles de años separados. «Pudieron tener un ancestro común en África del que perduran sus genes». Para este antropólogo, que codirige la excavación de Atapuerca, hay que hablar de una hibridación marginal, es decir, sabemos que existió pero que fue poco significativa, porque los resultados indican que después de ese episodio del encuentro en el Próximo Oriente no se mantiene el contacto en Europa.

«Los resultados del genoma neandertal perturban el paradigma», asegura. «Habrá que establecer nuevas formas de discusión porque hay nuevas incógnitas». Se refiere al caso del fósil recientemente hallado en una cueva de Siberia que fue contemporáneo del sapiens, con un aspecto similar pero genéticamente distinto.