Gijón

Tranquilos, el tiempo pasa rápido, pero no tanto. Efectivamente, «Els Joglars», que presume de ser la compañía más estable y longeva de Europa, celebrará próximamente un aniversario, pero no el 75.º, sino su medio siglo de historia, lo que tampoco está nada mal. Con «Omena-G 2036» el grupo catalán trata de imaginarse a sí mismo en un futuro relativamente lejano y responder a varias preguntas: ¿Qué será de «Els Joglars» en 2036? ¿Vivirán aún los actores? ¿Y el director? ¿Qué harán? ¿Como será la sociedad? Estas preguntas las responderán ellos mismos este fin de semana en el teatro Jovellanos de Gijón; así que vamos a echar un vistazo atrás, para saber cómo ha sido la evolución de esta compañía nacida en 1962, en el magma de la oposición cultural antifranquista.

Desde sus inicios, el grupo de Albert Boadella se propuso un triple objetivo al que casi cincuenta años después sigue fiel: provocar al poder llegando a un público lo más amplio posible y a través de un lenguaje artísticamente innovador. Quizás hoy no estén a la cabeza de la vanguardia teatral, pero no cabe duda de que durante mucho tiempo lo han estado.

La calidad e innovación de sus montajes les ha hecho ser reconocidos tanto fuera como dentro de nuestras fronteras. Un lenguaje fresco e innovador que, sin embargo, no ha sido ningún obstáculo para que pronto lograsen conectar con un público muy amplio, tanto en los escenarios como en sus divertidísimas incursiones en la televisión, medio al que trasladaron con bastante más éxito que al cine su humor corrosivo e irreverente. La calidad y el éxito de «Els Joglars» es, de hecho, lo que les ha permitido establecer un escudo protector frente a los ataques del poder.

Provocadores natos, el episodio más conocido de su historia de escándalos es el consejo de guerra que llevó en 1977 a Albert Boadella frente a un tribunal militar por la obra «La torna».

Incómodos en la dictadura, no han dejado de serlo en la democracia, especialmente para una de sus «bestias negras», la clase política catalana, antes CiU, y ahora el «Tripartit». Como comenta el propio Boadella con bastante cinismo: «Hemos venido practicando un principio muy sencillo y eficaz para el arte: nadar a contracorriente de la corrección. Esta receta artística ha provocado que seamos tachados de antipatriotas, reaccionarios, blasfemos, anarquistas o fachas, según las tendencias dominantes del momento».