Filósofo

Oviedo, Javier NEIRA

Cromagnones y neandertales se cruzaron según se acaba de saber y en Sidrón está la prueba. El filósofo Gustavo Bueno pone los puntos sobre la íes.

-Neandertales, cromagnones, especies, razas, cruces... ¿cómo ve la polémica?

-El actual debate sobre los neandertales y los cromagnones y sus relaciones remite a cuestiones planteadas por los paleontólogos de hace años.

-¿Cómo lo abordaría usted?

-Hay que considerar dos niveles. La escala molar y la escala molecular.

-Distinga.

-La escala molar es la anatómica, con los conceptos de cráneo, occipital, pelvis, incisivos... se trata de los fenómenos, de lo captado en la vida ordinaria. Virchov, el promotor de la kulturkampf, cuando vio restos de neandertal pensó que se trataba de un hombre enfermo de acromegalia. En la novela «En busca del fuego» salen las disputas. Y en otras incluso una violación de una cromagnona por un neandertal. O al revés. Todo a nivel molar. Incluso esas fotos que presentan a gente en la Quinta Avenida diciendo que parecen neandertales porque en realidad ahí siguen. O dibujos de neandertales con sombrero y la verdad ¿por qué no?

-¿Y la escala molecular?

-Es reciente, a partir del descubrimiento del ADN, la doble hélice, el proyecto genoma y el Center y el Consorcio. Se maneja en una nueva escala y se presenta cómo el descubrimiento definitivo. La genética quiere ser definitiva y dirigir la paleontología, como se ve en Sidrón, pero no es así.

-Y también con otros yacimientos.

-Claro. Empezó con el descubrimiento en Rumanía del hombre de Oase. Unos esqueletos que se interpretaron como mezcla de cromagnon y neandertal. Luego se dijo que se encontraron tres o cuatro genes neandertales en el cromagnon.

-Muy confuso todo.

-Es que hay que distinguir entre las partes formales y las materiales.

-A ver.

-Por un lado, consideremos un organismo como un todo, sea un ratón o un hombre. Valga el ejemplo clásico del jarrón: una totalidad que se puede romper en partes. Platón decía que el buen carnicero divide la res por sus junturas naturales. Eso es la anatomía. Bueno, pues cada parte no puede existir sin el todo o al menos es posterior o lo presupone. En el caso del jarrón si lo rompes cada fragmento es una parte formal. Cabe reconstruirlo a partir de esas piezas. Pero si lo trituras y haces polvo no se puede reconstruir el jarrón desde esas moléculas de arcilla que son partes materiales.

-En el caso de los organismos...

-Las partes formales son las anatómicas y las materiales, los elementos químicos como el carbono o el nitrógeno. Volviendo al jarrón, los fragmentos no son un jarrón pero su morfología tiene sentido en relación con el jarrón. Hay de todos modos una escala intermedia que es la de las macromoléculas: el ADN, por ejemplo. Los cromosomas son aún formales porque señalan la especie, presuponen el organismo entero. Por eso no tiene sentido decir que la vida parte de los cromosomas o de la célula, es una petición de principio.

-¿La especie es la cuestión?

-El proyecto genoma apunta a definir cada especie mendeliana, la que se reproduce con hijos de la misma especie, que es cerrada, pero ¿qué alcance tiene el proyecto genoma? Fue una bomba en 2001 cuando se presentó. Decían que se iba a controlar el cáncer. Cada enfermedad tenía una forma de secuencia, un gen. Venía a ser una refundación de la frenología del siglo XIX, totalmente ingenua, en que cada parte del cerebro tenía una función. Incluso con un centro cerebral para la religión. Cada vez vuelven más esos planteamientos. Es la expresión más grosera del reduccionismo. La gran cuestión es que es posible pasar del todo a la parte pero no de la parte al todo, deducir de los genes las anatomías. Desde el nivel molecular no se puede descubrir el nivel macro si antes sabes ya en que consiste.

-Esa es la promesa.

-Ya, venga a secuenciar, venga a secuenciar pero ¿qué buscan? No digo que no sea práctico para la Medicina ya que cabe establecer correspondencias entre genes moleculares y estructuras molares. Si hay esto habrá esto otro. Si tiene diabetes tiene un gen problemático. Pero es pura correspondencia. No se conoce el mecanismo. Es más, si localizas el gen de la diabetes es porque antes conoces la diabetes. Ahí está la madre del cordero. Si coges unos fragmentos pero no tienes la idea de jarrón jamás lo reconstruirás.

-¿Tampoco en el nivel molecular?

-Cuando la reducción es química, peor. Todo es química que decía Ochoa. Vale, todo es química, todo lo reduces a química. Pero desde ahí no reproduces lo macro. La bioquímica tiende a la reducción, la vida es una fase de la química del carbono, dicen. Y con eso creen que lo explican todo. Lo mismo se produce con los genes que se definen en base al carbono o los azúcares. No están ni siquiera a nivel cuántico. Es el caso de la ribosa, que llamábamos azúcar Rockefeller, de ahí la siglas Rockefeller, Institute... por las primeras letras de la palabra. Se lo dije a un destacado bioquímico y se le cayó el mito a los pies. Claro, Rockefeller pagaba a los que descubrieron la ribosa. El reduccionismo químico es disimulado porque se trata de macromoléculas. Los aminoácidos forman las bases nucleótidas que dan pares en tripletes y van desde los 13.000 del gusano a los 30.000 de los hombres que hace solo unos años eran 100.000. Hay dos mecanismos tramposos en eso.

-¿Cuáles?

-El ADN tiene la información a través del ARN mensajero, decían los biólogos en un debate al que asistí en Madrid invitado con Cafarrell. Es puro teatro. ¿Qué añade decir que tienen información? No se transmite ningún mensaje. Y se habla de letras. Y de libros. Se dice que el hombre tiene en sus genes una biblioteca de 23 volúmenes, los cromosomas, con sus millones de letras repetidas. Bien, como ilustración vale, pero no explica nada. Lo que hay son relaciones de causalidad. No explican en absoluto cómo se produce la morfogénesis. El ARN favorece la formación de proteínas pero seguimos a nivel molecular, el problema es cómo se forma una nariz, un riñón o una pierna. Y cuando se relaciona un gen con la diabetes es que ya se conocía por vía molar no a partir de la escala molecular. Una de las trampas, pues, es fingir que se está reconstruyendo una morfología molar a partir de una molecular. O sea, que una secuencia de genes tiene que ver con la diabetes o con la espina bífida. No es así, no hay construcción, solo hay correspondencias estadísticas que pueden ser útiles pero se ha exagerado muchísimo su papel. De ahí la reacción en 2001. Parecía que la medicina desaparecía. Era todo genética. Como cuando los ordenadores acabaron con las máquinas de escribir.

-¿Medicina frente a genética?

-La medicina desde Galeno es molar. Te hacen una radiografía no te miran con un microscopio electrónico. La segunda trampa son las metáforas de la información: mensajero, código, letras, libros, volúmenes... es un mundo de locos. Es una dramatización parecida a la de los gnósticos. Y se considera como la fase última de la ciencia.