Oviedo,

Elena FERNÁNDEZ-PELLO

Sentados en el suelo, atentos a sus profesoras, un pequeño grupo de niños, alumnos de tercero de Primaria, imita ágilmente cada uno de sus movimientos. Primero aprenden a nombrar a los personajes del cuento de Peter Pan utilizando sólo las manos; la lección continúa, en silencio, en una ingeniosa cocina de cartón, relacionando cada gesto con un alimento o un cacharro. Los chiquillos, del Colegio Público La Corredoria I, no son sordos y pueden comunicarse verbalmente, sin dificultad, pero la lengua de signos también es útil para ellos.

«La lengua de signos ha salido de la comunidad sorda y se puede utilizar como un recurso educativo», afirma Adolfo Rivas, el director de la Fundación Vinjoy. Ésta es la institución que, con la colaboración de la Agencia Asturiana de Discapacidad y la Consejería de Educación, promueve e imparte esta actividad.

Rivas sostiene que «la de signos es una lengua de primera fila, con las ventajas de cualquier otra lengua; pero además es muy expresiva, muy visual y es divertida». Esas son cualidades, señala, muy interesantes en el ámbito educativo, en niños con problemas de comunicación o con los extranjeros que aún no dominan el castellano. Es frecuente, observa, que sean los niños más retraídos los que mejor se expresan con los gestos. Además, los expertos mantienen que la lengua de signos, que los niños aprenden con una facilidad que sorprende a los adultos, estimula la capacidad de síntesis y el pensamiento simbólico, habilidades muy útiles para estudiar lenguaje o matemáticas.

Desde luego, los chiquillos aprenden con entusiasmo. Lucía Lorite y Elena Zapico, las dos intérpretes que imparten los talleres de la Fundación Vinjoy, animaron la clase de ayer, en La Corredoria, con una canción y un baile: «Soy una taza, una tetera, una cuchara, un cucharón...». Tifany, una de sus alumnas, lo agradeció especialmente: «Es lo que más me gustó», reconocía a la salida, eso y un signo en especial, el que representa al hada Campanilla, y nos lo muestra haciendo aletear las manos entrelazadas por el pulgar, como una mariposa. Su compañera Marina acude en seguida a secundarla, repitiendo el mismo movimiento: «A mí me gustaría aprender más».

«Para ellos es fácil. Se dan cuenta de que muchísimos signos ya los utilizan en la vida diaria y aprenden el dactilográfico (el alfabeto de signos) en un segundo», constatan sus profesoras, que disponen de una hora para acercar la lengua a los niños. En niños de estas edades las explicaciones son breves, en los más pequeños sobran, así que desde el principio comienzan a enseñarles signos, como en un juego. Éste es el primer curso en que la Fundación Vinjoy, con una larga experiencia en la enseñanza a personas sordas y en la formación de intérpretes, entra en la escuela convencional. Ha empezado por Oviedo, donde ha dado clase a unos setecientos escolares, de Infantil y de tercero de Primaria -de 5 y 8 años-. En esta campaña han participado los colegios de las Teresianas, Dulce Nombre de Jesús, Baudilio Arce, Ventanielles, Germán Fernández Ramos, Guillén Lafuerza, Corredoria, Buenavista I y Villafría. El año que viene Adolfo Rivas se propone llegar a Gijón, Avilés y las Cuencas y, más adelante, quiere trabajar directamente con los profesores, para que ellos mismos puedan utilizar la lengua de signos como un recurso educativo más en sus clases.