Oviedo

«Que el hombre tenga pocos más genes que el gusano no es frustrante, sino muy emocionante, porque prueba la sabiduría de la naturaleza y de la vida humana».

Son palabras de Craig Venter a LA NUEVA ESPAÑA en la mañana del 27 de octubre de 2001, horas antes de recibir de manos del Príncipe de Asturias el premio de Investigación Científica y Técnica. Venter explicaba a los periodistas algo que había asombrado poco tiempo antes a la comunidad científica: el hombre tenía 32.000 genes; la mosca, sólo 13.000, y el gusano, unos 18.000. No es una diferencia como para ponerse medallas. Craig Venter daba cifras: tan sólo el 0,2 por ciento de la información genética hace a cada persona diferente.

Venter, asequible, sonriente y hablador durante su breve estancia en Asturias para recoger el premio compartido, auguraba un futuro apasionante en relación con el genoma: «Los avances están en marcha. En un plazo de cinco a quince años cambiará la manera de practicar la medicina».

El científico estadounidense repitió en el Principado una de sus peticiones recurrentes: hay que promulgar leyes que eviten el mal uso de la información genética, y aseguró que «el riesgo de discriminación genética no está basado en el conocimiento, sino en supersticiones y prejuicios». Apostó «por que los métodos de prevención en medicina se conviertan en una rutina, porque la prevención es más barata que el tratamiento. Nuestro sistema médico tiene que evolucionar».

Oviedo

El catedrático de Biología Celular César Nombela considera que el descubrimiento dado a conocer ayer es un paso «importantísimo» de la biología sintética, aunque asegura que no supone la creación de vida artificial, algo que, a su juicio, no es posible. Nombela, ex presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, precisó que el descubrimiento del equipo de Venter implica el desarrollo de grandes bloques de genes y su inserción en una célula, lo que permitirá diseñar organismos de diseño «bastante novedosos».