Oviedo, Javier NEIRA

Dos años y dos meses después de tomar posesión como ministra de Ciencia y Tecnología, la estrella de Cristina Garmendia parece haberse apagado totalmente. Llegó con destellos de glamour, desde la cabeza de una empresa privada de alta tecnología fundada por ella misma, sin carné del Partido Socialista y dispuesta a poner a España al día nada menos que en innovación e investigación científica, lo que nos falta para estar de verdad entre las países más avanzados del mundo.

Dos años después, Garmendia ha desaparecido de la actualidad; la ley de la Ciencia, su proyecto capital a punto de materializarse, no agrada a nadie y sólo se la cita como pre-dimitida a la espera de la que se considera inminente remodelación del Gobierno. ¿Por qué?

Juan Luis Vázquez, ovetense, catedrático de Matemática en la Universidad Autónoma de Madrid, ha presidido la comisión de la Confederación de Sociedades Científicas de España -representa a 30.000 científicos, la mitad de los que hay en el país-, que colaboró con el departamento de Garmendia. Como indica, «intentamos hacer un informe sobre la nueva ley de Ciencia y echar una mano al Ministerio. Lo terminamos de redactar en mayo de 2009 y lo presentamos en el consejo consultivo de junio. No supimos nada hasta diciembre en que Carlos Martínez, secretario de Estado, dimitió. El otro día en un periódico se mostraba partidario de hacer cambios importantes, profundos y de calado. En enero dijeron que iban a retomar el proyecto de ley. En febrero nos dieron un borrador, muy pobre; en marzo presentamos un informe, pero no nos hicieron caso. Tenían, por lo visto, en su agenda una prioridad, los sindicatos obreros, que decían al respecto cosas inadecuadas. Divergimos con el Ministerio y no se nos ha tenido en cuenta. Tiré la toalla, para hacer política científica hace falta un interlocutor».

Entre algunos científicos se considera que a estas alturas «ya todo se hace mal, como ocurre con la economía». No se han seguido, dicen, los protocolos razonables, y los que están más al tanto de las novedades se muestran decepcionados. «Sólo ofrecen soluciones retóricas a los problemas, como ocurre con otras cosas».

José Muñiz, catedrático de Psicometría de la Universidad de Oviedo, considera, por su parte, que «la ley de la Ciencia nace un poco muerta, porque si no tiene adosado un presupuesto importante es puro toreo de salón. Ha habido grandes recortes, por lo que se sabe. No le veo ningún porvenir. La Ministra venía de la empresa privada y se encontró con un transatlántico que no puede dar giros radicales. Como mucho, reorientarse un poco y acelerar algo. Venía de una pyme, pero la Universidad no es una pyme. Proyectos nuestros, que funcionaban muy bien, cuando la Ministra se hizo cargo de su departamento, quedaron en el aire durante un tiempo. Ocurre como con Bolonia, bajan las carreras de cinco a cuatro años, inyectan pedagogismo y acabará en nada».

Vázquez considera que «el problema del profesorado no se soluciona dando contratos laborales a los estudiantes de Doctorado. Lo que hay que hacer es una selección de los que van a ser profesores permanentes. Y hacerla con exigencia y rapidez. No se puede esperar a que cumplan 40 años. Sobre todo cuando, como ocurre, van por orden. Hay mucha endogamia y la gente está muy pendiente de cuándo le sacan la plaza».

«No se por qué desapareció, y andar con conjeturas no vale», comenta un científico, «todo el mundo se hace mil cábalas, ya que la Ministra no apareció en las conversaciones con los investigadores y no se hizo caso a lo que propusieron, pero sí a los sindicatos obreros. Estamos muy dolidos».

España «sigue gastando mucho menos dinero que Europa en ciencia e innovación», afirma Vázquez, «el esfuerzo que prometió el presidente Zapatero hace seis años se ha parado. Tiene que haber más dinero, pero, claro, no se puede derrochar. El Estado no puede ampliar gastos, salvo en cosas que sean de alto rendimiento».

El consenso es claro: «La Universidad investigadora debe basarse en la excelencia, las personas deben seleccionarse de acuerdo a su talento y después se los potencia dándoles medios para investigar y libertad para que tomen iniciativas. Para eso hace falta liderazgo. No que cada uno tenga su plaza, haga lo que quiera y se pague más o menos a todos lo mismo».

La movilidad es un objetivo siempre apuntado, pero lo cierto es que «la mayor parte de los investigadores es de casa», añade Juan Luis Vázquez, «así no tendremos un Nobel ni lograremos que nuestras universidades figuren entre las 200 primeras del mundo. Dicen que los rankings están mal hechos. Quizá, pero indican que no estamos entre los 200 primeras universidades. Madrid no compite con Cambridge. Tenemos que ser competitivos y que los españoles estemos en los congresos internacionales. Pero se ha puesto el acento en los derechos laborales, que es algo raro».

José María Alameda, catedrático de Física de la Universidad de Oviedo, afirma que «aunque la ministra Garmendia dijo que no iba a tocar los presupuestos, me temo que así será. Había compromisos para unas plazas en tres años y me dicen extraoficialmente que se va a cortar bastante. Tengo un proyecto de cinco años y no creo que sufra. El problema no son los medios materiales, que hay bastantes en España, sino la gente que está dando vueltas por el mundo, que vale mucho y no hay forma de que venga. Veo mal los recortes en gastos de personal, que me temo ocurra. La Ministra no lo puede todo».

«España gasta mucho menos dinero que Europa en ciencia e innovación»

Juan Luis Vázquez

Matemático

«La Ministra venía de una pyme, pero la Universidad no es una pyme»

José Muñiz

Psicólogo

«Garmendia dijo que no iba a retocar los presupuestos, pero me temo que así será»

José María Alameda

Físico