Arquitecto gijonés

Gijón, Miriam SUÁREZ

Iba para médico. Pero, en su decisión final, acabó pesando el interés que sus padres siempre mostraron hacia los edificios y museos de las ciudades que visitaban. Jovino Martínez Sierra todavía recuerda las paradas en las ruinas de Mérida, de camino a sus veranos onubenses de la infancia. Esa genética inducida por las vivencias familiares acabó materializándose, previo paso por la Escuela Técnica Superior de Madrid, en 20 años de carrera como arquitecto. Trayectoria en la que su nombre se ha repetido hasta en cinco ocasiones en los Premios Asturias de Arquitectura. El gijonés Martínez Sierra ha firmado, entre otros proyectos, el del Cine Felgueroso de Langreo, el Centro Tecnológico del Acero de Avilés; el parque fluvial del Piles en Gijón; o la piscina natural que acaba de inaugurarse en Tapia de Casariego.

-¿Cómo se reconoce a un buen arquitecto?

-La arquitectura es buena, como cualquier arte, en la medida que tiene la capacidad de emocionar.

-¿Se da esa arquitectura en Asturias?

-En Asturias hay buenos arquitectos, quizá menos conocidos a nivel nacional, porque no se han dado las circunstancias propicias. Es la consecuencia de vivir en una región periférica. A excepción de Cataluña, donde sí ha habido un nutrido tejido, los arquitectos que se conocen de regiones pequeñas son contadas excepciones.

-¿Y de Pajares para adentro, les conocen?

-La arquitectura singular sí se conoce. Debido a la condición pública que tiene todo edificio, trasciende hasta un proyecto privado de una vivienda unifamiliar.

-Entonces, ¿por qué un proyecto pierde lustre si la Administración no contrata a un arquitecto estrella?

-Hemos sido un producto de una determinada etapa. Es cierto que la contratación de arquitectos estrella y de proyectos muy emblemáticos, en casos contados, como el Guggenheim, fueron regeneradores de ciudad, pero en otros muchos casos no han sido ejemplo de nada. Las ciudades no las hacen los arquitectos estrella sino la suma de calidad de todos los arquitectos. Lo deseable es que esa media sea lo más alta posible.

-¿Fue posible mantener alta esa media con un boom de la construcción que fabricaba edificios como churros?

-Es verdad que se construyó mucho, pero no todo lo que se edifica es arquitectura. En la medida en que seamos un sociedad más sensible a determinados valores, seremos capaces de exigir buena arquitectura. Si nos vale cualquier tipo de vivienda, no exigiremos determinadas necesidades espaciales, que es donde radica el verdadero lujo... El mercado define la calidad del producto. Está demostrado que la gente vive más feliz en espacios de mayor calidad, por eso me interesa la arquitectura tranquila, que se funde con el paisaje; la que atiende a lo colectivo.

-¿La profesión sacará algo en claro de la crisis?

-Depurará excesos de formas y presupuestos, será mas sostenible y eficiente... En definitiva, yo creo que la crisis traerá una arquitectura y una sociedad más humana.

-Haga balance de estos 20 años de profesión.

-En general, he tenido la suerte de hacer proyectos con un alto grado de libertad y que me han ayudado a entender mejor las necesidades de las personas. La arquitectura tener un lugar donde vivir, no deja de ser la primera necesidad del hombre.

-¿Su última obra?

-La piscina con agua de mar que acaba de inaugurarse en Tapia de Casariego. Parte de un proyecto de ocho obras que el Ministerio de Medio Ambiente encargó en toda España, con una filosofía común de intervención mínima en la costa. En este caso concreto, se utilizó la preexistencia de una antigua cetárea y cuidamos el impacto sobre el paisaje, utilizando un único material, la madera. Me resultó muy interesante la reutilización de una antigua instalación para un nuevo uso, para regenerar un lugar degradado.

-¿Qué le queda por hacer?

-Una iglesia y un edificio en altura. El primero como espacio para experimentar con la luz y el segundo como signo urbano de nuestro tiempo.

-¿Echa en falta una Escuela de Arquitectura en el Principado?

-Al no haber Escuela de Arquitectura, es verdad que el caldo de cultivo y la masa crítica no propicia la aparición de más ideología. Una escuela aportaría calidad teórica y reflexión y, desde ese punto de vista, me parecería muy positiva. Otro tema es que, el análisis demográfico y el exceso de facultades existentes, aconsejen esa decisión.

-¿Es éste un buen lugar donde vivir?

-Las ciudades asturianas tienen esa escala media en la que todos nos encontramos a gusto. Son muy agradables para vivir.

-Pues Gijón suele ponerse como ejemplo de la arquitectura urbana que no conviene repetir.

-Gijón, como cualquier ciudad, es resultado de un proceso histórico. A partir de aquí, tenemos que intentar mejorar esas condiciones, porque es un legado a las futuras generaciones. La arquitectura y el Urbanismo llevan esa responsabilidad implícita y por otra parte, Gijón tiene unas condiciones ambientales, de paisaje y de relación con el mar que no las tienen muchas ciudades.

-¿Le gustaría intervenir en el desarrollo de la operación urbanística que va a traer consigo el soterramiento ferroviario gijonés?

-Por supuesto, decir lo contrario sería mentir. Cómo no me va a gustar poner un granito de arena en uno de los proyectos más emblemáticos de mi ciudad. Además, al tratarse de una operación urbana, en la que todos los edificios deberán tener una sintonía de conjunto, resultará muy interesante desde el punto de vista arquitectónico.

-¿Con qué espacio se queda de Asturias?

-Sin duda, con el espacio natural, que es el medio en el que la arquitectura se asienta. La potencialidad de relación con la naturaleza de la arquitectura en Asturias es un valor que nos diferencia.