Jorge Fernández León, en la actualidad viceconsejero de Cultura, ideó un proyecto para hacer de Laboral Ciudad de la Cultura un referente internacional. Se trataba de recuperar el edificio de la antigua Universidad Laboral, en Gijón, símbolo arquitectónico del franquismo, y de hacerlo a lo grande. Era el plan cultural por excelencia de los primeros años del Gobierno Areces. Sobre el papel, la idea de Fernández León tenía coherencia. Se apoyaba en dos pilares: el Centro de Arte y Creación Industrial, liderado por Rosina Gómez-Baeza, y Laboral escena, concebido como laboratorio asturiano de experimentación artística, dirigido hasta el pasado mes de junio por Mateo Feijóo.

El público asturiano dió la espalda desde el principio a ambos. La crítica regional y nacional elogió muchas de las exposiciones y producciones escénicas. En el caso del teatro, se reconocía la calidad de una programación fuertemente anclada en la vanguardia, pero apenas se vendían localidades. Con frecuencia se regalaban. Entre agosto de 2009 y abril de 2010, por citar un ejemplo publicado en estas mismas páginas, se recaudaron en taquilla 56.000 euros y la inversión fue de 445.000 euros. Feijóo se defendía diciendo que no hay ningún teatro que saque de taquilla la totalidad de la inversión. Es cierto, pero en todo ha de haber un término medio.

Los conciertos de Philip Glass, Michael Nyman o Patti Smith, incluso el musical «Hoy no me puedo levantar», realizado en colaboración con el Jovellanos, por citar cuatro ejemplos, mostraron el binomio ideal: buena música contemporánea y respuesta de público. El montaje «La casa de la fuerza», de Angélica Lidell, unanimemente reconocido por la crítica, no obtuvo, sin embargo, la complicidad del gran público. ¿Y, cómo explicar, la escasa asistencia al concierto de Vicente Amigo, popular y grande a la vez?

Algo parecido ocurrió con los ciclos de perfomance, pese a contar con nombres que eran referencia mundial. Carlos Marquerie, uno de los invitados, autor, director, artista plástico e iluminador, afirmó en Gijón que un proyecto como Laboral necesitaba más de tres años para desarrollarse y educar al público. Lo mismo sostenía Mateo Feijóo. Él tenía una teoría para explicar el escaso apoyo popular. «A la gente no le cuesta venir al teatro de La Laboral, sino a un edificio que tiene una historia. La Laboral ha sido un edificio pensado como lugar de paso, algo que necesitamos superar con muchas actividades».

Hay otra teoría que se percibe en el sentir popular: la Laboral nació de espaldas a su público natural, los ciudadanos de Asturias.

El proyecto de Fernández León, el mismo que Areces vendió cientos de veces en sus discursos añadiendo la ya famosa coletilla: «una referencia internacional de Asturias», se suprime drásticamente y se le sustituye por el catálogo de producciones de José Luis Moreno: Isabel Pantoja, «Los Vivancos», Circo de Hielo de Moscú, zarzuela, ópera, «El show de los Lunnis», entre otros muchos. Espectáculos populares, dignos, pero en el extremo opuesto de Laboral escena.

El anuncio se produce con el presidente Areces de vacaciones. Todos los elementos del episodio son como una gran perfomance de nuestro tiempo. Podría titularse: «Crazy house».