Arquitecto, dos veces ganador del premio «Asturias»

Oviedo, Elena FDEZ.-PELLO

Resignado a padecer la crítica pública, el arquitecto Andrés Diego Llaca (Oviedo, 1955) recuerda ahora, divertido, cómo, a principios de los años noventa, cuando iba a visitar las obras de su primer proyecto público en Asturias, la Casa de Cultura de Nueva de Llanes, nada más entrar en el pueblo y antes de bajarse del coche, escuchaba los gritos del vecindario: «¡Ye feísimu! ¡Ye feísimu!». Él se matriculó en la Escuela Técnica de Arquitectura de Valladolid sin vocación, no había antecedentes familiares, a excepción de la abuela materna, Josefina, una excelente dibujante que diseñó la vivienda familiar de Posada de Llanes, una casona de indianos de 1914. Era toda una innovadora, reconoce su nieto: «Fue la primera casa con cubierta plana de Asturias».

-Con crisis, ¿la obra pública es el refugio del arquitecto?

-El problema es que ahora se la tienen que repartir muchísimos profesionales. La obra pública también está muy parada. Nosotros estamos haciendo el centro de salud de Villalegre, en Avilés, pero ésa era una obra que salió a concurso hace tres años y no se empezó antes por un problema de disponibilidad de la parcela. Me comentaba el Consejero, en la colocación de la primera piedra, que era un lujo.

-La obra pública y la vivienda unifamiliar son las más abiertas a la innovación.

-La obra pública que hacemos aquí, en el estudio, la obtenemos en concursos de ideas en las que se adjudica a través de un jurado, bajo lema. Eso te permite hacer un proyecto que no tiene por qué contentar a todo el mundo, al menos en esa primera parte. Nuestro trabajo está totalmente expuesto a la crítica, todo el mundo lo ve.

-Lo ve, ¿y lo valora?

-Yo creo que sí, y eso es independiente de la cultura que tengan. Aquí, en Oviedo, hay comunidades de vecinos que modifican portales de edificios de Castelao, muy bien diseñados, y meten una carpintería de falsa forja con falso bronce, y viven ahí cuatro profesores de Universidad. Sin embargo, encuentras gente sin preparación universitaria que en seguida entiende la filosofía de la obra, me hacen sugerencias y les hago caso.

-Así que no es cuestión de cultura sino de sensibilidad.

-Hay muy poca educación, la historia de la arquitectura no se estudia en los colegios. Era anecdótico en el temario y desde luego nunca llegaba al siglo XX, siempre acababa en el Barroco.

-Pero la gente conoce los nombres de los arquitectos, dice: «Vamos a ver el Guggenheim de Gehry o el Calatrava en Oviedo».

-Pero es más espectáculo que arquitectura, el edificio más alto, el más vanguardista, el más acristalado... Pasa también en pintura. Ahora mismo se necesita un intermediario que te diga esto está bien o está mal, el gran público va a ver las exposiciones y sale asombrado y a veces lo repudia porque no lo comprende.

-¿Y a usted qué es lo que le interesa como arquitecto? ¿Cómo afronta un encargo?

-Evito planteamientos preconcebidos, me gusta que la arquitectura surja del lugar, del programa funcional, de la relación con el entorno, con la topografía... El arquitecto es un intermediario entre todas las condicionantes y el resultado final. Procuro ir con la mente lo más en blanco posible y, luego, mis preferencias a la hora de resolver el encargo es que la nueva pieza encaje en el lugar, que lo complete y lo mejore.

-Ya que menciona lo del «encaje», hablemos del Calatrava de Oviedo.

-Oviedo, Asturias en general, concentra la peor obra de Calatrava, y la peor obra de Mangado en el Museo de Bellas Artes y, siguiendo, la peor obra de Oscar Niemeyer. Hemos reunido las peores obras de magníficos arquitectos. Mangado es responsable de algunos de los mejores edificios de la última década en España, y Niemeyer, uno de los maestros contemporáneos indiscutibles. ¿Por qué han hecho estas obras aquí, de una calidad inferior a su media? Yo creo que porque se les ha ido a buscar y no se han implicado personalmente en el encargo, aunque es mucha casualidad.

-¿Entonces?

-Quizá, la Administración contamina los proyectos.

-¿La arquitectura está impulsando el desarrollo urbanístico?

-Las ciudades han crecido rápido y aún no ha dado tiempo de repasar lo hecho. En Gijón, por ejemplo, se ha reconquistado todo el litoral y esa recuperación ha mejorado la ciudad.

-¿Le gusta la torre anunciada para la Ería del Piles?

-Yo no soy contrario a la construcción en altura. Y siguiendo con el desarrollo urbanístico, en Oviedo el Calatrava ha interrumpido definitivamente el viario que iba de Buenavista a la esquina del Campo San Francisco con Marqués de Santa Cruz, un desarrollo que se quedó en nada y que ya estudiábamos en la Escuela.

-¿Y la vivienda unifamiliar, los proyectos particulares?

-El diseño de mobiliario ha cambiado la mentalidad del usuario y lo mismo ha ocurrido con la vivienda unifamiliar. Se demanda vivienda con un lenguaje actual. No son viviendas modernas, son actuales. A veces hacer eso, en el medio rural, es imposible, no lo permite la ordenanza. La normativa está orientada a que sólo se haga quintana asturiana.

-Se puede reinterpretar.

-Hum... La ordenanza fija como obligatorio lo anecdótico: la teja curva, la madera, la geometría de las cubiertas... Y cada vez que revisan un plan afinan más. Yo soy experto en que me denieguen licencias. Se puede hacer arquitectura integrada y vernácula sin cumplir esas ordenanzas, y al revés, arquitectura que desentona totalmente cumpliendo todas las normas. Yo, con mis edificios, quiero ser un buen vecino, no llamar la atención y mejorar el conjunto en lo posible.

-¿Cuál es la relación entre arquitectura y tecnología?

-Hay soluciones constructivas continuamente nuevas y a veces no suficientemente experimentadas. Tienen su riesgo. Con la recesión los costes se valoran más, se vuelve a una arquitectura más tranquila y sin alardes.

-¿Quiénes son sus arquitectos de referencia?

-Álvaro Siza, Rafael Moneo, Tuñón y Mansilla... Son diferentes entre ellos. Siza tiene una línea muy elegante y su obra se reconoce esté en España o en Suiza. Tuñón y Mansilla responden a cada problema de una manera diferente, y Moneo es autor de los mejores edificios construidos en España a partir de los setenta. Me gustan Herzog de Meuron y Sanaa, con Kazuko Sejima. Me gusta la arquitectura atemporal, los edificios que no envejecen.

Andrés Diego Llaca

(Oviedo, 1955).

Su obra ha sido seleccionada en tres bienales de arquitectura española.

Obtuvo el premio «Julio Galán Carbajal» en dos ediciones. Ganó el «Asturias» en dos ocasiones, en 1994 y 1995, y acapara seis accésits de ediciones posteriores.

Comparte estudio con el arquitecto Alejandro González Vigil de la Villa, autor de las gradas de Las Mestas.