Oviedo, Eduardo GARCÍA

Una talla de madera que representa a una mujer de mirada ausente. Procede de la República Democrática del Congo, de finales del siglo XIX. La mujer, de cuerpo delgado y pechos escuetos, sostiene a un niño en brazos, aparentemente muerto. La mujer parece ofrecer su cuerpo. Los surcos tallados desde los ojos de la madre sugieren llanto. Es una pieza mínima, apenas 31 centímetros de alto, pero tiene una fuerza descomunal.

Ningún continente como África para bucear en el mundo de los tópicos: África es negra, pasa hambre, vive sumida en la corrupción, corre mucho y baila más. Mucho desierto por el Norte, mucha selva por el Sur, leones, jirafas y paisajes de documental de La 2.

Pero es mucho más que eso. «África no es sólo ayer, sino que también es hoy», dice Juan Luis Rodríguez-Vigil, buen conocedor del arte del vecino continente y guía para este periódico de la exposición «África, objetos y sujetos» que se puede ver en el palacio de Revillagigedo, en Gijón. Una exposición sorprendente que requiere, sin embargo, una visita que vaya más allá de la contemplación de exotismos, que también los hay.

El conservador de la colección de África del Museo Nacional de Antropología de Madrid, Francisco de Santos, se refiere en el catálogo de la exposición asturiana a los «estereotipos que condicionan el comportamiento y contribuyen a la discriminación». Es la idea de África «como territorio impenetrable, salvaje y lleno de peligros que ha dominado la imagen occidental del continente».

Éste es un mundo muy diverso. No deja de ser significativo que la muestra gijonesa, organizada y patrocinada por Cajastur, comience por una cruz y termine con una tabla coránica: «Guíanos por el camino recto, no por el que es motivo de ira ni el de los extravíos». Una leyenda que vale para cualquier religión del mundo.

Fetiches, máscaras ceremoniales, bastones y sillones de mando, pequeños juguetes, esculturas de fertilidad, amuletos de protección, tocados y túnicas... Sorprende el trabajo de la madera, la capacidad de conceptuación de los artistas, el colorido de muchos de los objetos... Pero la gran sorpresa llega con lo que en la exposición se denomina el África Contemporánea, el trabajo de pintores, escultores y fotógrafos actuales cuyos nombres, Aida Muluneh, Malangatana Nqwenya, Marlene Dumas o Zwelethu Mthethwa a casi nadie le suena en España, aunque a algunos los tengamos cerca y cuenten con no escaso caché. África a través de una veintena de fotografías procedentes de artistas de Nigeria, Gabón, Sudáfrica o Camerún, que nos acercan a una realidad dura, pero alejada de dramatismos innecesarios.

De la Belgravia Gallery, de Londres, llegan dos obras del mismísimo Nelson Mandela, litografías en las que el líder sudafricano plasmó sus propias manos. En el interior de una de esas manos negras se alza el perfil blanco del continente. Una aparente paradoja, pero también una llamada al esfuerzo de comprensión mutua.

En todo caso, el arte africano está de moda. «Jamás había ocupado un lugar tan destacado en el mercado internacional como en la última década», asegura Elena Martínez-Jacquet, historiadora de arte africano. La facturación de las casas de subasta como Sotheby's o Christie's lo demuestra. Unos treinta museos, galerías y colecciones privadas de once países aportan fondos a esta exposición que los asturianos podrán ver hasta finales de septiembre. Entre los museos representados está uno que es referencia mundial, el Royal de l'Afrique Centrale, de Tervuren. De España la mayoría de los fondos procede del Museo Nacional de Antropología y del Centro de Arte Reina Sofía.

Juan Luis Rodríguez-Vigil, junto a Félix Fernández de Castro y Amelia Valcárcel fueron los promotores de la exposición y los fundadores de la asociación África-Asturias 2010, una iniciativa que está detrás de los paneles y vitrinas. El año del Mundial de Fútbol de Sudáfrica, que no sólo fue el año del triunfo de la selección española, sino que sirvió de ventana abierta al mundo.

Por cierto, abran bien los ojos y verán en la muestra a Pablo Picasso, a Paul Klee o a Modigliani. El arte es un eterno retorno porque el hombre lleva una eternidad redescubriéndose.