El Entrego / Oviedo,

L. M. D. / L. Á. V.

Carlos Hugo de Borbón-Parma, el histórico dirigente carlista fallecido el martes de la semana pasada, vivió en San Martín del Rey Aurelio durante dos meses en 1962. Su estancia dejó una huella profunda. Llegó a trabajar veinte días en la brigada de camineros del pozo Sotón de El Entrego, que por aquel entonces aún pertenecía a Duro Felguera. Sus antiguos compañeros lo recuerdan como un hombre «muy afable» que «no se escondía» a la hora de trabajar en un oficio que no conocía pero en el que «lo daba todo, sin querer tener ningún privilegio».

La Huelgona de la primavera de 1962 aún estaba caliente. Carlos Hugo, bautizado como Hugues en París, llevaba varios años en España, difundiendo el mensaje carlista, tras estudiar en Oxford y trabajar un tiempo como ejecutivo del Deutsche Bank. Quizá influido por el hecho de que su primo Juan Carlos hubiese visitado el pozo Nicolasa en abril de 1961, Carlos Hugo adoptó la identidad de un estudiante, Javier Ipiña, y junto a un joven carlista, García Marcos, se inscribió en el Servicio Universitario del Trabajo (SUT), que organizaba campos de trabajo por toda España, incluido el pozo Sotón. Por aquellos veinte días de trabajo cobró unas 1.200 pesetas.

Constante Suárez llegó a trabar «cierta amistad» con el aspirante al trono. Según recuerda Suárez, por aquella época en la mina existía la posibilidad de contratar «durante unas semanas» a jóvenes y estudiantes para que ayudasen en las tareas de la mina. En un principio nadie supo realmente quién era. «Se comportaba como cualquiera, trabajando, aprendiendo el oficio en la brigada de camineros» del Sotón. Sólo supieron que estaban con «un príncipe» cuando un día, «tras varias jornadas en el tajo», se dirigían a las duchas. Antes de entrar «había allí unos fotógrafos, que al parecer venían de Madrid», recuerda Constante. Carlos Hugo no se tomó bien aquella «emboscada». Quería seguir siendo uno más. «Hice buenas migas» con el heredero, lo que hizo que en más de una ocasión «nos invitase, a mí y a otros compañeros, a visitar Madrid y Bilbao. Él fletaba el autobús y nosotros íbamos para allí. Nos recibía con una fiesta, visitábamos la zona, estábamos con él y luego nos volvíamos».

Uno de los lugares que más encantaron a Borbón-Parma en El Entrego fue el ya desaparecido «bar de La Porraca. Allí estaba mucho tiempo, de tertulia con sus compañeros». Tras desvelarse su ascendencia aristocrática, «él siguió comportándose con nosotros igual que antes», pero comenzó a tener más actos de carácter social, «y tuvo que ser recibido por el Alcade». La relación de Constante con Carlos Hugo se fue enfriando. «Se casó con la holandesa», la princesa Irene de Holanda, de la que se divorció en 1981.

Francisco Cabezas Coca, estudiente de Letras que llegaría a profesor de Literatura Inglesa en la Universidad de Salamanca, compartió barracón con Carlos Hugo durante aquel verano de 1962. «Recuerdo que tenía un cierto aire extranjero. Yo le llamaba "El Inglés", algo que no le gustaba mucho. Eso sí, hablaba perfectamente castellano. Era un compañero agradable», indicó Cabezas. Durante el tiempo que convivieron sólo uno de sus compañeros, García Marcos, conocía su verdadera identidad. Cuando se descubrió, los estudiantes posaron con él para los periódicos, incluida LA NUEVA ESPAÑA, que desplazó a Eugenio de Rioja y al fotógrafo Vélez. «Lo que hacíamos quedaba lejos de la labor del picador, hacíamos de "guajes"», añadió el profesor jubilado. «Éramos jóvenes más entusiastas en aquella época», sentencia Cabezas, que considera su estancia en la mina como una experiencia inolvidable.

Otro de los testigos de las vivencias del pretendiente al trono es José García, Cavite, que trabajó como minero en el Sotón, ejerció como fotógrafo y era militante comunista. «Estaría un par de meses en El Entrego», rememora Cavite, que apunta cómo lo conoció cuando ya se supo que era «un príncipe». «Fue a través de un amigo común», Dimas El Príncipe, «al que pusimos este apodo porque se hizo bastante amigo suyo». Con el dirigente carlista «tomé algo bastantes tardes». José García recuerda a Carlos Hugo como un hombre «amable, tranquilo y bastante abierto con la gente», que trabajó «como un minero más». Según asegura, «no tenía ningún privilegio, y al parecer estaba bastante interesado en aprender el oficio de la mina. Era una persona muy sencilla».

«Sobre cuestiones políticas no hablé mucho con él. Como yo era comunista, intentaba evitar estos temas. Lo que sí sé bien es que, tras salir de trabajar, le gustaba ir a tomar algo, vino o sidra, con sus compañeros», señala. Carlos Hugo de Borbón-Parma pudo invitar a una de sus hermanas -«no recuerdo a cuál de ellas», dice- a bajar a la mina. «Al salir del pozo estaba manchada en la cara, como si hubiese estado trabajando abajo. A todos nos pareció curioso que alguien quisiese bajar a la mina a conocerla», asegura.