Ha transcendido a toda la población interesada que desde el año 2000 no se ha comunicado ningún caso de sarampión en Asturias. Por su parte, el Ministerio de Sanidad ha informado de que España puede considerarse libre de casos autóctonos de sarampión y que el virus ya no circula libremente, aunque no estamos protegidos de su llegada desde otros países en los que la enfermedad aún está activa y que podría dar lugar a casos importados y luego a algunos casos autóctonos.

Estos hechos nos permiten tres reflexiones relacionadas con este hecho que, sin duda, debe ser motivo de satisfacción y de tranquilidad, pero una tranquilidad activa.

En primer lugar hay que resaltar que este hito se ha alcanzado gracias a una labor sostenida a lo largo de varias décadas en las que los profesionales del sistema sanitario se han preocupado de alcanzar niveles de protección vacunal muy altos. Sin embargo, no puedo dejar de señalar que, a la vez, ha sido necesaria y clave una consistente labor de educación sanitaria en relación con el cumplimiento del calendario vacunal, pues sin la preocupación e interés de las familias por que sus hijos recibieran las dosis necesarias, todo el esfuerzo de los profesionales hubiera sido insuficiente.

El segundo aspecto sobre el que merece la pena detenerse está relacionado con lo que antes llamaba «tranquilidad activa». Ni en Asturias ni en España podemos hablar de erradicación, pues ésta se produce sólo cuando el microorganismo deja de circular en el mundo y ya no puede haber ni casos autóctonos ni casos importados. Como demuestra la situación española, eso aún está lejos y, por tanto, hay que permanecer alerta para evitar, en la medida de lo posible, la llegada y nueva difusión del virus. Dicho de otra forma, debemos mantener los programas de vacunación contra el sarampión con la misma intensidad que si siguiéramos teniendo el sarampión en nuestro barrio, pues no hay que olvidar que, aunque a veces lo parezca, no se trata de una enfermedad banal.

Por último, reflexionemos sobre el hecho de que los casos autóctonos que se presentan actualmente lo hacen, casi exclusivamente, en países del Tercer Mundo. Sabemos que existen factores, por ejemplo la desnutrición, que dificultan la formación de anticuerpos en los niños vacunados y que, además, hay problemas de infraestructuras que impiden mantener las vacunas a la temperatura adecuada, del mismo modo que se necesita un personal entrenado para su administración o para que convenza a los padres de la bondad de esas vacunaciones y, por supuesto, se necesitan recursos económicos para obtener las vacunas.

Estos y otros factores que no es el momento de enumerar explican por qué recientemente la OMS ha advertido de que el mundo no está en condiciones, actualmente, de alcanzar el objetivo de erradicar el sarampión (lo que nos afecta a toda la humanidad directamente porque seguimos estando en riesgo) ni uno de los objetivos del milenio establecidos por la ONU, que pretende conseguir la reducción de dos tercios de la mortalidad infantil.

Como decía al principio, supone un gran avance para Asturias, pero un modesto paso para el mundo, y eso hace que nuestros éxitos lo sean menos porque pueden quedar empañados en cualquier momento.