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Sólo el 25% de los niños que componen el grupo entre 0 y 3 años en el Materno Infantil acaban regresando a la tutela paterna. Hay niños de ida y vuelta, tras fracasar el agrupamiento. El destino de los niños pasa por cuatro alternativas: o regreso con sus padres, cuando las condiciones del núcleo familiar mejoran, o tutela de familia más extensa (abuelos, tíos...), o paso a una familia de acogida o adopción definitiva.

Lo decide el juez, a la luz de los informes, y también es la autoridad judicial la que ordena el traslado del menor a un centro como el Materno Infantil, en Oviedo. Hay una quinta posibilidad: una casa infantil-juvenil, que cubre edades desde los 3 a los 18 años. Hay cinco públicas en Asturias, aunque Bienestar Social trabaja además con centros concertados. No es la mejor opción, pero a veces es la que hay.

«Queremos que la estancia de los niños aquí no sea entendida nunca como una medida definitiva. Por eso hay que trabajar con las familias», explica Luciano Mier, director del centro. La familia, por muy deteriorada que se encuentre, tiene prioridad sobre el niño, aunque éste se halle bajo la tutela del Principado. Adoptar no es fácil, entre otras cosas porque hay plazos que cumplir. Cada niño tiene detrás un informe exhaustivo, que recoge cada visita familiar: «Y si no vienen a ver al pequeño, que lo justifiquen».

Pero tras las aristas administrativas y los antecedentes que en algunos casos ponen la carne de gallina, la vida sigue. Ellos, con su mandilón azul; ellas, con el rosa. En las estanterías un montón de juguetes. «Burbujas de colores» quiere romper precisamente el efecto burbuja que puede acompañar a un centro que ejerce de hogar, de colegio y de calle.