Oviedo, E. F.-P.

El biólogo asturiano Daniel García, del departamento de Organismos y Sistemas de la Universidad de Oviedo, ha constatado que la abundancia de aves que se alimentan de frutos es un eficaz indicador del proceso de dispersión de semillas de árboles y arbustos en el bosque cantábrico, el monte bajo mediterráneo y el bosque patagónico.

Las conclusiones de esa investigación, que lleva a cabo junto a Regino Zamora, de la Universidad de Granada, y Guillermo Amico, de la institución argentina Imbioma-Conicet, han sido publicadas en la revista «Conservation Biology», la más citada en biología de la conservación.

«Las aves», explican, «actúan como vínculos móviles que conectan, a través de la deposición de semillas, partes del paisaje con diferentes grados de degradación y calidad de hábitat». De este modo, Daniel García pone en evidencia el papel trascendental de las aves en la conservación de ecosistemas. «La función de estas aves determina en gran medida la expansión de masas forestales, y con ella, la de todos sus recursos maderables y no maderables, así como otros servicios de estas masas, como la retención de suelos frente a la erosión y la fijación de CO2», asegura.

Así que, según los investigadores, «para gestionar la regeneración de la vegetación leñosa, de cara a conservar o restaurar los ecosistemas templados, debe considerarse la abundancia de aves frugívoras».