Eduardo Mendoza, el hombre que construyó «La ciudad de los prodigios», evocó «El año del diluvio» y contó «La verdad sobre el caso Savolta», es el nombre de relumbrón que merodea la 59.ª edición del premio «Planeta» y su suculento «botín» de 601.000 euros.

El lucido papel de finalista tiene como principal candidata a la valenciana Carmen Amoraga, finalista del «Nadal» en 2007. Dos autores, pues, del universo Planeta en sellos distintos. Mendoza afirmaba en una entrevista el año pasado que «a mí me gusta hacer lo que no se espera de mí», y, si se confirmara su presencia en el premio, lo habría logrado una vez más.

Esta noche saldremos de dudas en al transcurso de una cena literaria, cuando el jurado anuncie el nombre de los ganadores. Un jurado al que este año se incorpora la asturiana Ángeles Caso, gran triunfadora el año pasado, y que sustituye a Álvaro Pombo. Con ella, Alberto Blecua, Juan Eslava Galán, Pere Gimferrer, Carmen Posadas, Rosa Regás y Carlos Pujol. Este año se recibieron 509 originales, seis de ellos procedentes de Asturias.

La novela con más papeletas para llevarse el «Planeta» al agua se presentó con el título de «La muerte de Acteón», bajo el seudónimo de Ricardo Medina. El argumento: «En la primavera de 1936, un joven inglés que es experto en pintura española antigua viaja a España para tasar un posible Velázquez desconocido, pero en Madrid ya se anuncia lo que será la Guerra Civil». La novela finalista sería «La primera vez no te conocí», con seudónimo Lord Jim. Sinopsis: «Una mujer cuya hija ha sufrido un accidente automovilístico y está en coma recuerda el pasado y las borrascosas relaciones que mantuvo con la joven». Eduardo Mendoza, nacido en Barcelona en 1943, es una figura capital de las letras españolas desde la aparición en 1975 de «La verdad sobre el caso Savolta», que fue unánimemente aclamada como una obra maestra que anunciaba el surgimiento de un gran autor. Con posterioridad, Mendoza publicó novelas en las que se alternaba una ambición deliciosa e inteligentemente menor, como «El misterio de la cripta embrujada», «El laberinto de las aceitunas» o «La aventura del tocador de señoras», con títulos de mayor envergadura literaria, como «La ciudad de los prodigios» o «El año del diluvio.

Carmen Amoraga (Picanya, 1969), licenciada en Ciencias de la Información, y que no es precisamente novata en estas lides de premios, ganó el «Ateneo Joven» en 1997 con «Para que nada se pierda», recibió el Premio de la Crítica Valenciana por «La larga noche» y quedó finalista del «Nadal» por «Algo tan parecido al amor» en 2007.

La rueda de prensa de ayer sirvió para que el presidente de Planeta, José Manuel Lara, pidiera al Gobierno «medidas claras y efectivas» contra la piratería en el sector del libro, para que no sufra los mismos problemas que han soportado otros como la música.

Lara destacó las excelencias que proporciona la tecnología para la difusión del libro porque «puede llevar la cultura y el libro a más gente y, sin duda, más barato», pero matizó que estos nuevos modelos «serán imposibles» frente al acoso de la piratería. Lara se congratuló de que el mundo del libro tiene la suerte de que el problema de la piratería ha llegado «después que a otros sectores», y puso como ejemplo (ya lo hizo el año pasado) que «desde hace diez años no se graba un disco en estudio con una orquesta sinfónica, como hacía la Filarmónica de Berlín con Von Karajan». «No estoy convencido de que haya la reacción necesaria ante este problema», señaló, al tiempo que recordaba que en países como Francia o Gran Bretaña «se están aprobando leyes para contrarrestar la piratería, pero en España está costando».

Señaló Lara que en el mundo del libro ya ha habido fenómenos similares pero «totalmente legales», que han respondido a las necesidades de los consumidores, como la desaparición de las grandes enciclopedias, «porque la gente prefiere obtener la información en internet, pero ahí no ha habido piratería, pues las entradas de Wikipedia las hacen los propios internautas». Lara consideró inaceptable que a una persona que tiene los derechos de propiedad intelectual de una obra se le quiten en internet como «el que roba el televisor de plasma de una casa».