Con vistas a la selección del nuevo director titular de la Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), el búlgaro Rossen Milanov ya se ha convertido en un firme candidato. La ovación unánime que el director se llevó el viernes en su concierto en Oviedo, por parte de músicos y público, es prueba de que representa una de las propuestas favoritas para recoger la batuta de la OSPA. Milanov, que con sus conciertos en Oviedo y Gijón al frente de la OSPA debutó en el panorama sinfónico español, ha dejado, verdaderamente, el pabellón bien alto. Como el director afirmó en anteriores entrevistas, la dirección de la OSPA resultaría compatible con sus compromisos, una vez finalizada su etapa de dirección de la Orquesta de Filadelfia, una de las orquestas estadounidenses más prestigiosas, en 2011. Al mismo tiempo, la titularidad de la OSPA podría servir de paso estratégico para la carrera en Europa de este maestro, que tiene una importante trayectoria en América y es conocido también en Japón, China y Reino Unido. Todos tendríamos mucho que ganar.

Milanov llegó acompañado de la violinista Akiko Suwanai, que repitió con la orquesta asturiana tras embaucar al Auditorio en 2009 con el «Concierto para violín, Op. 63 n.º 2» de Prokofiev. Suwanai es una violinista de primera fila que, con una carrera más que asentada, sigue en pleno crecimiento artístico. La intérprete japonesa engrosa así una lista de preciadas colaboraciones solísticas que hay que valorar en la organización de las temporadas de la orquesta asturiana. En esta ocasión, Suwanai protagonizó el «Concierto para violín en re» de Chaikovsky. La solista ofreció una interpretación cargada de expresividad y muy fluida, pero desde una perspectiva equilibrada y clarificadora en todo momento de la ejecución, lo que permitió justificar las dificultades técnicas que encierra la obra. Con muy buen criterio, Suwanai supo combinar de este modo el virtuosismo que presenta el concierto, con sus características formales y temáticas, sólidas, y la integración de elementos sonoros nacionalistas. Hay que destacar también, y no en menor medida, la labor de dirección de Milanov, ante una OSPA perfectamente conjuntada con la solista, como pocas veces puede contemplarse. Para calmar las aguas antes del descanso, Suwanai regaló una joya exquisita, el tercer movimiento de la «Sonata n.º 2 en la menor, BWV 1003» de Bach.

Una obra poco conocida y todavía menos interpretada ocupó la segunda parte, la «Sinfonía n.º 4, Op. 112» de Prokofiev, en la segunda versión del compositor, de 1947. Esta obra de dimensiones ambiciosas tiene, sin embargo, un resultado irregular, determinado por la reelaboración de los materiales y la construcción formal y emotiva de la sinfonía. Se trató, por tanto, de una elección arriesgada en el programa por parte de Milanov. Sin embargo, la OSPA, debidamente reforzada y muy compacta en su conjunto, llevó a cabo, bajo una excelente dirección, un trabajo sinfónico para el recuerdo. Hubo, así, una respuesta inmejorable por parte de cada una de las familias de la orquesta, en los diferentes volúmenes instrumentales y combinaciones tímbricas que presenta la obra, en una interpretación muy preocupada además por el pulso interno de la partitura.

A modo de posdata, conviene alertar a la organización de la orquesta sobre el «abastecimiento» de programas, dado que un cuarto de hora antes de comenzar el concierto -con un público más nutrido del habitual-, ya estaban agotados.