Oviedo, Pablo ÁLVAREZ

El problema es de concepto. ¿El dolor debe ser considerado un efecto secundario o un síntoma de la enfermedad o, por el contrario, ha de ser abordado como una entidad específica, como por ejemplo el cáncer? Baruch Minke y David Julius apostaron ayer decididamente por la segunda opción y, en consecuencia, reclamaron un aumento sustantivo de los fondos que se destinan a la investigación sobre el dolor, campo al que ambos se dedican y que les ha valido el premio «Príncipe de Asturias» de Investigación Científica y Técnica 2010. El viernes recibirán este galardón en el teatro Campoamor de Oviedo, junto a su colega Linda Watkins, quien tiene prevista para hoy su llegada a Oviedo.

Julius, estadounidense, y Minke, israelí, ofrecieron ayer una conferencia de prensa en la que demostraron tener muy bien aprendida la lección de que un galardón como el Príncipe de Asturias debe ser aprovechado para reivindicar la relevancia de una disciplina y para reclamar más fondos para investigar sobre ella. El primer mensaje fue de extrañeza ante la ausencia de programas dedicados específicamente a la investigación sobre el dolor en los planes de I+D tanto de la Unión Europea como de Estados Unidos.

«El dolor afecta a casi la mitad de la población mundial a partir de cierta edad», apuntó Baruch Minke, bioquímico y profesor de Fisiología de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Minke precisó que una de las causas de que la investigación sobre el dolor no haya sido suficientemente valorada hasta la fecha radica en la «confusión» entre distintas áreas. Y fue aún más incisivo al indicar que si «una fracción» de los fondos que se destinan a investigar sobre el cáncer se dedicase a indagar sobre el dolor «se podrían hacer milagros».

Julius anunció una «buena noticia»: en la actualidad «hay muchos jóvenes que están dedicando mucho esfuerzo» a la investigación acerca del dolor. En la misma línea de Minke, el bioquímico y profesor de la Universidad de California en San Francisco argumentó que existen personas que sufren dolor crónico derivado de un traumatismo y que se ven obligadas a convivir con él toda su vida. «El dolor por sí mismo es un trastorno que merece un estudio propio», aseveró.

Los galardonados subrayaron la búsqueda -en laboratorios de todo el mundo- de «nuevas dianas» que propicien el diseño de fármacos más eficaces en el tratamiento del dolor. Algunos de los más empleados en la actualidad fueron descubiertos en el siglo XIX.

David Julius precisó que «una combinación de factores fisiológicos y psicológicos» explican los diversos umbrales de tolerancia al dolor entre las personas.