Oviedo, E. G.

Linda Watkins fue la descubridora de las células gliales, células nerviosas que, activadas, producen dolores crónicos. Los analgésicos opiodes son los agentes activadores de estas células gliales y las obligan a liberar sustancias neuroestimulantes, generando una pescadilla que se muerde la cola. El fármaco, que el paciente toma para quitar el dolor, se vuelve un arma de doble filo. Ésta es una de las causas de que algunos medicamentos de gran potencial analgésico no logren buenos resultados en determinadas personas.

Watkins vaticinó ayer en Oviedo el fin del dolor crónico en la elaboración de fármacos que actúen precisamente sobre estas células gliales y no sobre las neuronas, como hasta ahora se realiza y que ha acabado en fracaso en el 80% de los casos.

La investigadora estadounidense explicó los cuatro compuestos en los que está interviniendo, «que son resultado de planteamientos muy distintos y muy emocionantes. Tengo grandes esperanzas».

Uno de ellos, el MN-166 lleva veinte años en el mercado, entre otros países en Japón, pero para tratamientos contra el mareo y las náuseas. «Tiene un perfil de seguridad muy alto y la entidad reguladora del medicamento en Estados Unidos ya lo aprobó para ensayarlo en fase 2».

Watkins ha recalcado que estos fármacos posibilitarán que el uso de la morfina no incida en la liberación de las células gliales.