Á. C.

Algunas de las debilidades personales de Amin Maalouf salieron ayer a la luz sobre las tablas del Jovellanos. «Es difícil que un goloso recomiende sólo un plato, pero hay uno en concreto de mi mujer que siempre le pido que haga cuando tenemos visita. Resulta complicado definirlo, ella lo llama "Vuelco de berenjenas". Lleva arroz, a veces carne, una fragancia de cardamomo y, obviamente, berenjenas. Es maravilloso», explicó el protagonista. Maalouf, que confesó: «mi papel en la cocina es sólo el de catador», incluso ha prologado libros gastronómicos escritos por su mujer, Andrée. Otro de los géneros a los que el premio «Príncipe de Asturias» de las Letras ha prestado su pluma es el de la música. «Todo surgió cuando, hace unos años, me ofrecieron la posibilidad desde Salzburgo de escribir un libreto. Acepté encantado, porque fue la oportunidad de quitarme la sensación de atraso que tenía, musicalmente, con el resto de mi familia. Mi padre tenía un programa sobre música clásica en la radio y mi hermana toca el piano. Era el único en la familia que no sabía hacer nada con un instrumento. Ya he realizado cuatro libretos de ópera y pienso seguir porque me permite quitarme esa sensación», recalcó con humor el escritor. Puestos a escoger sobre un compositor, Maalouf no lo tuvo tan claro. «Es difícil destacar una obra en concreto. Me gustan piezas de muchas, pero si tengo que escoger alguna me quedo con Giuseppe Verdi», añadió entre dientes.

Respecto a su vida diaria, el libanés destacó que «como una vez escuché, yo practico esa frase que dice: "Todas las mañanas siéntate ante la máquina de escribir. Aunque tú no sepas por qué lo haces, ella sí lo sabe". Cuando no trabajo, me siento culpable. No sé de dónde me vendrá esto, quizá de mi educación jesuita», concluyó entre carcajadas ante un público que lo despidió entre aplausos.