Oviedo, Elena FDEZ.-PELLO

Amin Maalouf debió sentir un escalofrío al leer en los papeles de su abuelo, desaparecidos durante ochenta años y reencontrados en 2004, la frase con la que se cierra su primera novela, «León el Africano»: «La tierra de Dios es vasta». Abuelo y nieto no se conocieron, cien años les separan y sin embargo ambos pensaban lo mismo. El escritor libanés refirió este hallazgo familiar, cargado para él «de simbolismo», ante un nutrido auditorio: alumnos, profesores y admiradores de su obra convocados ayer al mediodía en el campus del Milán.

Maalouf habló de aquel abuelo casi «fantasmal», que murió joven y no quiso emigrar a Cuba como había hecho su hermano Gabriel. Él sostenía que era preciso quedarse en el Líbano para hacerlo progresar y fundó «una escuela universal». En los escritos de su abuelo, artículos periodísticos, poemas y obras de teatro, y en las cartas que intercambió con su hermano Gabriel en la emigración, Maalouf descubrió «cosas tan profundas sobre mis orígenes que me dieron miedo».

Años después, expulsado del Líbano por la guerra pero sin negar la nostalgia que le inspira su infancia y su juventud en Beirut, Amin Maalouf, proclama: «Mi primera patria es la literatura». «La literatura es más importante ahora que en otros momentos de la historia, porque estamos perdidos», reflexionaba ayer, y con ella es posible reinventar el mundo, empezando por reformular el concepto de Europa. En los últimos meses se ha producido un acontecimiento que, en su opinión, «es inaceptable» para su construcción: la expulsión de Francia de los gitanos rumanos. «Es muy inquietante. Da a entender que hay dos tipos de nacionalidad: una que es fija y otra que depende del comportamiento. Eso es muy nocivo para la identidad nacional».

En un aula del Milán, sentado entre el decano de Filosofía y Letras, Jesús Menéndez Peláez, y el catedrático de Filología José María Fernández Cardo, Maalouf respondió las preguntas aplicadas de los alumnos. Les explicó por qué nunca ha escrito una novela en francés. «Es habitual en el Líbano que la gente conozca tres lenguas: árabe, francés e inglés. Como periodista trabajé en árabe, la lengua social era el árabe; el inglés lo utilizó en las conferencias; el francés es la lengua más sentimental, la lengua que he elegido para expresarme».

Habló también de la vigencia de Voltaire y Rousseau. El primero es el gran representante del Siglo de las Luces y ahora más que nunca, según Maalouf, «necesitamos luz». Del segundo reivindica «El contrato social»: «Necesitamos un contrato, para los emigrantes, que establezca sus derechos y sus deberes».

Contestó a todo tipo de preguntas: eruditas, de actualidad, singulares... Contó que su helado favorito es el de dulce de leche, aventuró que «el mundo está llamado a convertirse en un gran país» y, antes de lanzarse a firmar ejemplares de sus libros, lanzó su última consigna: «Asumir nuestra identidad y dejar a los otros que asuman la suya».