Ministro de Educación

Gijón, Eduardo GARCÍA

-¿Hasta dónde llega su satisfacción o su frustración tras el informe de las pruebas PISA 2009?

-Estamos en una media razonable. Hay quien dice que son malos resultados, yo no entro en el punto de vista de cada cual. El sistema educativo español ha mejorado extraordinariamente en los últimos años y estoy convencido de que vamos en la dirección adecuada.

-Hemos mejorado en comprensión lectora respecto a las pruebas de 2006 y, aun así, seguimos por debajo de la media.

-En toda Europa la capacidad lectora es un problema, no es por tanto algo que nos atañe exclusivamente, pero sí, claro que hay que mejorar. Hay que poner en marcha planes de acción, porque un ministro no está aquí sólo para levantar acta de lo que ocurre.

Ángel Gabilondo Pujol (San Sebastián, 1949) es ministro de Educación desde abril de 2009. Catedrático de Filosofía, siempre ligado a la Universidad Autónoma de Madrid, presidió la Conferencia de Rectores (CRUE) y es uno de los ministros mejor valorados en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Fue promotor del Pacto por la Educación que, finalmente, los intereses políticos partidistas impidieron. Gabilondo participó anteanoche en Gijón en la cena navideña del PSOE local.

-¿Se fía de PISA?

-Me fío y valoro muchísimo esas pruebas, que, no hay que olvidarlo, se realizan por encargo del Gobierno de España. Son pruebas diagnósticas que necesitamos y que queremos. No me tomo PISA como un mero elemento de clasificación, sino como una referencia muy importante para decidir políticas educativas.

-Las comunidades del Norte sacan mejores «notas» que las del Sur. ¿Estamos de nuevo ante dos Españas?

-Hay aproximadamente un 4 por ciento de diferencia de resultados entre comunidades autónomas, lo que indica que tenemos cohesión territorial.

-Insisto. Las comunidades del Sur son las que obtienen, sin excepción, los peores resultados. Por algo será.

-Porque las diferencias educativas no se agotan en el ámbito escolar. Aquellas comunidades que tienen una realidad productiva centrada en determinados sectores como son la construcción o el turismo son las que históricamente presentan mayores índices de fracaso escolar. Hay razones profundamente sociológicas en todo esto.

-¿Las familias marcan el camino escolar de sus hijos?

-Es sorprendente cómo algunos elementos relacionados con el número de libros que hay en casa o el grado de estudios de los padres condicionan los resultados de los escolares en las pruebas PISA. El ambiente en el hogar es fundamental, sigue habiendo familias que parece que se dan por satisfechas cuando el hijo termina la Secundaria obligatoria. Nosotros trabajamos la igualdad de oportunidades, pero no sólo se educa en horario escolar. Me parece determinante lo que el entorno del alumno espera de él, las expectativas.

-Es curioso que las comunidades que invierten más dinero por alumno no son en muchos casos las que logran los mejores resultados.

-No voy a negar que la inversión sea importante, pero lo que hay es que invertir bien y evaluar, para comprobar hasta dónde llegan esos resultados. Las reglas geométricas no siempre funcionan, ni con los datos en la mano podemos hacer un análisis político a nivel educativo. El mensaje es que educa toda la sociedad y que la implicación familiar es decisiva.

-Las pruebas PISA demuestran que no hay mucho «alumno desastre» pero que hay muy pocos alumnos de excelencia.

-Es un problema del sistema.

-¿Por qué esa falla?

-Constatamos que a nivel nacional el porcentaje de excelencia es bajo, aunque no ocurre esto con los datos asturianos, que son similares a los de otros países en Europa. Está claro que es preciso abordar políticas más determinantes con los alumnos de más altas capacidades, porque mejorar el rendimiento académico no es sólo luchar contra el fracaso o poner especial atención en los alumnos que necesitan más ayuda.

-En las pruebas de Diagnóstico del Ministerio y, aunque en menor medida, en las pruebas PISA los resultados asturianos están por encima de la media nacional. ¿A qué lo atribuye?

-Tiene mucho que ver con la idea del esfuerzo, con la valoración de la educación, que no es igual en todas las comunidades. Aquí en Asturias se dan unas señas de identidad que favorecen.

-O sea que, para bien o para mal, somos rehenes de nuestra historia.

-Sin duda, pero esto no nos debe impedir que sigamos actuando, interviniendo. Yo no me conformo con la tesis histórica.

-Hay profesores que darían cualquier cosa por escapar de las aulas.

-Hay casos y casos. Conozco a profesores que lloran de pena cuando tienen que jubilarse. Estamos ante una profesión muy exigente y entiendo que pueda haber desaliento. La clave de los éxitos educativos se sostiene principalmente en el profesorado, mucho más que en el ministro de turno.

-Ése es un mensaje que probablemente no les llegue. No hay profesión con más baja autoestima.

-Es importante que la sociedad arrope al profesor, que se sientan reconocidos y valorados, pero creo que hay que evitar en lo posible ese discurso del lamento. Dar clase no es fácil, lo digo, por ejemplo, por esos miles y miles de docentes que tienen a su cargo clases con chicos de la ESO, en esas edades en las que emerge un discurso propio en el joven, alumnos que hacen valer sus derechos, que cuestionan, que interrogan... Comprendo que muchos docentes tienen esa permanente percepción de que su esfuerzo no siempre se valora. Aparte de que es muy propio del profesorado dudar de uno mismo. Pero también le digo que hay muchos, muchos profesores a los que les encanta trabajar con alumnos de esas edades en Secundaria.

«El informe PISA nos dice que estamos en una media razonable; vamos en la dirección adecuada»

«Nosotros trabajamos la igualdad de oportunidades, pero no sólo se educa en horario escolar»