Primero fue el walkman, luego el discman y ahora, en plena era digital, el mp3, el mp4, el iPod y demás aparatos de última generación que requieren de auriculares para escuchar música. La imagen de jóvenes con cascos se ha convertido en algo tan habitual que los otorrinos lanzan una advertencia sobre las lesiones auditivas que pueden llegar a causar el uso y abuso de estos reproductores.

Los primeros daños comienzan con un pitido en el oído. Este síntoma avisa de la presencia de una lesión, bien en su fase inicial o en un estado avanzado. Si la dolencia se ataja a tiempo, el problema puede ser reversible; no lo es, en cambio, si las células del oído interno ya están muertas; en este caso, la pérdida de audición será una realidad, apunta la doctora Cristina Baldó Sierra, otorrino del Hospital San Agustín de Avilés.

La prevención es el único remedio que existe para evitar la sordera fruto del empleo continuo de los reproductores de música y a un volumen ensordecedor, señala la especialista asturiana. Por ello, considera necesario concienciar tanto a los padres como a los jóvenes de su importancia y educar a estos últimos para atajar, o al menos mitigar, este problema que se agudizará en los próximos años, cuando afloren masivamente las ya demostradas consecuencias del abuso de los auriculares.

Existe la creencia generalizada de que el elevado volumen de la música que llega a través de los auriculares es más dañino que el tiempo al que se ha estado sometido. En este sentido, la doctora Baldó apunta que ambos factores son igual de importantes; es decir, las lesiones auditivas se pueden desencadenar tanto por el uso prolongado en el tiempo de los auriculares como por la intensidad del volumen.

Pero los jóvenes, inmersos en su música, parecen no darse cuenta ni del elevado volumen ni de sus consecuencias. «Se están lesionando ellos mismos», remarca la otorrino. Para impedir que los aparatos alcancen potencias tan elevadas, la especialista propone que posean un mecanismo que al alcanzar un determinado nivel los pare o, por lo menos, advierta al usuario del peligro.

No sólo los jóvenes son víctimas del ruido, aunque en mayor medida por ser los usuarios de los locales más ruidosos: discotecas y bares. La población en general está diariamente sometida a niveles de ruido demasiado altos. Vivimos en una sociedad de ambiente ruidoso, de ahí la existencia de lo que se ha denominado como socioacusia, la sordera de la sociedad. Y los ruidos, además de la sordera, pueden desencadenar situaciones de estrés, insomnio e incluso trastornos de la personalidad.

l La pérdida de audición depende de la intensidad del ruido, el tiempo de exposición, la sensibilidad de la persona y el tono del sonido, siendo más agresivos los agudos que los graves.

l Las células del órgano de Conti se lesionan con ruidos intensos y continuos que alcanzan los 90 decibelios.

l Las consecuencias del ruido, y por tanto la capacidad de oír, no son inmediatas, se manifiestan pasado un tiempo.