Oviedo, Eduardo GARCÍA

¿Era Miguel de Cervantes natural de las tierras de Sanabria o incluso de más al norte, en Los Ancares? La historia oficial dice que no, que nació en Alcalá de Henares, pero es cierto que la vida del autor de «El Quijote» está llena de misterios. Unos tienen que ver con el tiempo, y otros con la propia peripecia vital del genio.

LA NUEVA ESPAÑA se hacía eco ayer de la aparición de un manuscrito en Orense en el que, con toda probabilidad, está la mano de Cervantes junto a otros copistas. El estilo morfológico y sintáctico refuerza, según el investigador César Brandariz, empeñado desde hace años en situar a Cervantes no en Madrid ni en La Mancha, sino en la Castilla del Norte, sus tesis.

Y la polémica ha puesto de actualidad un misterio que ronda a «El Quijote» desde hace mucho tiempo: el capítulo XXXIX. Algunos sostienen la teoría de que el relato que abre ese capítulo es una especie de autobiografía de Cervantes, un guiño personal, como muchos que fluyen a lo largo de las páginas del libro, y que el autor pone en boca de uno de sus personajes, el cautivo.

«En un lugar de las montañas de León tuvo principio mi linaje, con quien fue más agradecida y liberal la naturaleza que la fortuna, aunque en la estrecheza de aquellos pueblos todavía alcanzaba mi padre fama de rico, y verdaderamente lo fuera si así se diera maña a conservar su hacienda como se la daba en gastalla».

Así comienza el relato del cautivo (como lo fue el propio Miguel de Cervantes a manos del moro). Es una historia de aventura, guerra y amor, que avanza durante tres capítulos de «El Quijote». El cautivo se embarca desde el puerto de Alicante a Génova, guerrea en Flandes y se enrola en la Armada de don Juan de Austria y participa «en aquel día que fue para la cristiandad tan dichoso porque en él se desengañó el mundo y todas las naciones del error en que estaban, creyendo que los turcos eran invencibles por la mar». Es la batalla de Lepanto, en la que participó Miguel de Cervantes: «me vi aquella noche que siguió a tan famoso día con cadenas a los pies y esposas a las manos», como relata el cautivo.

Las siguientes páginas están llenas de detalles. La historia del cristiano preso se vuelve minuciosa, incluyendo escenarios muy precisos. Otro guiño de Cervantes tiene que ver con los recuerdos del cautivo por los malos tratos a los soldados cristianos presos: «sólo libró bien un soldado español llamado tal de Saavedra, el cual, con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes, y todas por alcanzar libertad, jamás le dio palo, ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra» (se refería al «rey de Argel, Azán Aga).

La tesis del origen sanabrés de Miguel de Cervantes no se la cree el profesor de Literatura Española de la Universidad de Oviedo Emilio Martínez Mata, gran experto en «El Quijote»:

«El nacimiento de Cervantes en Alcalá de Henares parece un hecho demostrado, pese a la diversidad de hipótesis en busca de otro origen. Fue Juan de Iriarte el primero en descubrirlo al leer en una relación de cautivos de Argel el nombre de Miguel de Cervantes como natural de Alcalá de Henares».

Emilio Mata también relativiza los paisajes que en ocasiones pinta Cervantes como telón de fondo a las aventuras de Don Quijote y Sancho, y que en muchas ocasiones difieren del que podemos suponer de La Mancha. «Cervantes sitúa a sus personajes en La Mancha, pero sus referencias al paisaje son convencionales -no realistas- y subordinadas a las conveniencias del relato». Son, por tanto, paisajes imaginarios.

Lo que muchos dan por documento concluyente, la partida de bautismo, otros lo ponen en cuarentena. Brandariz asegura que ese documento, expedido en Alcalá de Henares en 1547, está manipulado. Hay un Cervantes, quizá pariente del escritor, dice Brandariz, que se bautiza en Alcalá. La partida de bautismo llegó a nosotros con el añadido de un «Miguel» en uno de los márgenes del documento. Por cierto, que Miguel era un nombre absolutamente inusual en Castilla la Nueva, y mucho más frecuente cuanto más «viajábamos» al noroeste español.

«En un lugar de las montañas de León»... así se inicia como veíamos el capítulo XXXIX. «En un lugar de La Mancha de cuyo nombre...» empieza «El Quijote». La palabra «lugar» está estos días en el centro de la polémica porque hay quien piensa que Cervantes se refería a unidades de población. El profesor Martínez Mata mantiene todos los reparos: «El uso de la palabra «lugar» como población mayor que una aldea y menor que una villa fue común en el español clásico y no restringido al Noroeste», como apuntan algunos autores, entre ellos el propio César Brandariz.

Quizá nunca se sepan los orígenes del manco de Lepanto. Queda su obra, un valor absoluto. ¿Absoluto? Emilio Martínez Mata recuerda que «a mediados del XVIII, Miguel de Cervantes no era un escritor especialmente valorado en España».