Fernando Álvarez Balbuena, doctor en Ciencias Políticas y Sociología, ha escrito un nuevo libro a sumar a sus estudios sobre las grandes figuras políticas de la España del siglo XIX o sobre la revolución liberal del 68, titulado «Roma, del paganismo al cristianismo».

-Un nuevo libro, muy alejado de la temática habitual de sus estudios.

-Es un ensayo. Una reflexión sobre el pensamiento político de Roma.

-¿Por qué?

-Somos hijos de Roma. Su pensamiento está muy vigente en nuestros días.

-¿Hasta qué punto?

-La Unión Europea es, en buena medida, una nueva Roma con mil herencias de aquel tiempo tan extenso por otra parte. Seguimos esas líneas.

-Y tan controvertido e incluso condenado.

-Se critica el imperialismo de Roma. Así fue. Pero hay que tener en cuenta que todo lo que tiene verdadera fuerza tiende siempre al imperialismo. En el último siglo ahí están los ejemplos de EE UU, Japón, Europa...

-¿Qué es lo que distingue al pensamiento romano en su conjunto por encima de las variantes obvias?

-Como vio Ortega, su enorme proceso de incorporación. Es impresionante.

-Por ejemplo.

-No quemaban los dioses de los pueblos que iban incorporando al imperio. Es muy poco frecuente esa postura tan abierta, esa inmensa capacidad de incorporación de lo ajeno.

-¿La clave no es el Derecho?

-El Derecho romano más que la filosofía es la clave de aquel pensamiento que tanto nos influye aún. La seguridad, la ley, el Derecho, ahí están los grandes fundamentos de su sociedad. Las bases del imperio son el derecho, la religión, entendida de una forma tan abierta, las buenas costumbres, el sentido del ahorro.

-Y también otras cosas no tan positivas.

-De Oriente les llegan otras cosas, es verdad, como el circo o la vagancia que anuncian el declive de esa civilización. Falla además el sistema de representación, ya que el Senado hacía referencia efectiva sólo a Roma, a la ciudad, y no al conjunto del imperio.

-El pensamiento occidental siempre vuelve a Roma.

-Maquiavelo, por ejemplo, tenía una enorme admiración al Imperio romano y su sentido de la religión y de las costumbres que se consideraban apropiadas.

-¿Cómo?

-El pensamiento político y religioso van siempre unidos. Los primeros dioses eran a la concordia y a la buena fe. No eran antropomórficos hasta que los adaptaron con origen en Grecia. Y se llegó a un politeísmo complejo. Pero, insisto, eran respetuosos con otras creencias e incorporaban a su panteón esos nuevos dioses. Ninguna religión enseña el mal y por eso todas convenían al Imperio. A Maquiavelo se lo ve como un cínico pero no es así. Consideraba que la protección de la religión se traduce en el fomento de las buenas costumbres y de ahí la fortuna. Sin Roma y sin Cristo es imposible entender Europa y el mundo en el que vivimos.

-Y sin el militarismo.

-En el poder, Roma no es tolerante. Tenía el mejor ejército y lo empleaba. La República derivó en el Imperio por su propia extensión y la dilución del Senado, el politeísmo, por lo mismo, desembocó en monoteísmo porque la unidad en la fe promueve la unidad en la gobernación. Vio lo mismo Carlos V.

-Otro emperador con la espada y la cruz.

-La Iglesia corre paralela al imperio. Donde había un gobernador en seguida la Iglesia puso un arzobispo y ambos con la misma púrpura. El románico tiene la misma planta que las basílicas romanas y se mantiene el incienso y las estolas. Todo imitado desde que San Pablo sacó a Cristo de las sinagogas para crear una Iglesia autónoma.

-España.

-Hispania fue romana. Dio Sénaca y Trajano. Y de ahí al feudalismo, que como dijo Ortega es el origen del liberalismo.