Oviedo, Javier NEIRA

Frank Peter Zimmermann, su maravilloso Stradivarius y los dos conciertos para violín y orquesta del polaco Szymanowski habían suscitado una gran expectación, y ayer no fallaron en Oviedo, como ya había sucedido el día anterior en el teatro Jovellanos de Gijón. El auditorio Príncipe Felipe se volcó. La OSPA, dirigida por el maestro Jayce Ogren, una joven promesa de EE UU en ruta de consagración y quizá demasiado impulsivo, dio buena réplica al concertista alemán y además ofreció las dos primeras suites de Stravinsky, que, lejos de ser un complemento, cogieron, con toda razón, buena parte del protagonismo de la velada. De las cuatro obras tres se compusieron entre 1914 y 1916, y la restante, en 1932: música de guerra y crisis.

Abrió la sesión la primera suite de Stravinsky, orquesta breve -ocho violines primeros, seis segundos...-, y después, el primer concierto de Szymanowski, donde en 24 minutos y 17 segundos Zimmermann demostró por qué su violín vale como dos Ferrari de alta gama, según declaró recientemente a LA NUEVA ESPAÑA. La OSPA, con una configuración que incluía dos arpas, piano y celesta, ayudó lo suyo.

Tras el descanso, de forma simétrica, la suite número 2 de Stravinsky, con piano, y la misma capacidad para dejarse escuchar con agrado.

Volvió Zimmermann al escenario con el segundo concierto de Szymanowski, más breve, completamente distinto y cantabile. Se saldó con una ejecución magistral y ovaciones de locura. Como propina, el andante de la segunda sonata de Bach, que dejó mudo al respetable. Sí, era el Stradivarius de Fritz Kreisler.