Oviedo, Pablo ÁLVAREZ

-Si no me opera, me suicido.

Éste es el dramático mensaje que un paciente catalán transmitió días atrás a Fernando Seijo, neurocirujano del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).

Aquejado de una cefalea en racimos -una de las enfermedades más espantosas e incapacitantes que se conocen-, el citado interlocutor aspira a engrosar la lista de los cinco afectados por esta patología que ya han sido intervenidos en el complejo hospitalario de Oviedo. Son los cinco únicos pacientes operados en España de esta dolencia mediante técnicas de neuromodulación. Han visto el cielo abierto: cuatro de ellos han pasado de sufrir entre tres y seis crisis diarias a vivir prácticamente sin medicación alguna y sin dolor. El otro enfermo requiere una revisión, ya que ha sufrido la rotura del electrodo que se le implantó en el cerebro.

Las cefaleas en racimo son mucho más que un dolor de cabeza. Los médicos manejan una metáfora que a ningún lector dejará indiferente: provocan un dolor equiparable al de meter un gancho en el ojo e intentar sacar el ojo. El equipo responsable de estas intervenciones prepara la publicación de sus resultados -«muy prometedores», a juicio del doctor Seijo- en una revista científica de difusión internacional.

Si las migrañas son más frecuentes en mujeres, la cefalea en racimo es más común en la población masculina, particularmente entre personas de edades comprendidas entre 30 y 40 años. En todo el mundo son alrededor de 50 los operados de cefalea en racimos mediante la aplicación de electrodos en el cerebro. Un procedimiento que el neurocirujano gijonés resume en una palabra bien conocida en el mundo de la informática: resetear (volver a poner a cero, devolver a las condiciones iniciales). Y se explica el neurocirujano. «En ocasiones, el dolor está grabado en los circuitos cerebrales. Lo que hay que hacer es neuromodular, resetear esos circuitos».

¿Cómo se consigue? Con la aplicación de electrodos que inhiben ese foco de dolor. Hasta hace pocos años, lo habitual era que las técnicas quirúrgicas consistieran en cortar o seccionar determinadas partes del sistema nervioso. Lo que se emplea en el Hospital Central son técnicas neuromoduladoras, que consisten en la introducción en el sistema nervioso central de electrodos que actúan sobre los circuitos alterados.

La gran ventaja radica en que «no cortamos nada, ni hacemos nada irreversible; simplemente "reseteamos" los circuitos cerebrales alterados e intentamos que funcionen del modo más correcto que sea posible», indica Fernando Seijo. En pocas palabras, «es un procedimiento reversible».